La Bola De Cristal

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Ese extraño jamás había visto como Itachi la miraba. Si lo hubiera sabido, si hubiera sido testigo del destello que emitían sus ojos negros en su precencia, tal vez habría sido capaz de engañarla. Tiró la tetera contra el hombre que tenía enfrente, saltó de la mesada de la cocina hasta el sofá donde tenía su bolso de herramientas ninja y tomó un kunai. El hombre llegó junto a ella en un instante, demasiado rápido. Lanzó una puñalada al cuello que su oponente esquivó.

—Ay, qué carácter —comentó riendo en voz chillona—. Sólo vine a hablar ¿te puedes tranquilizar un poco? —Natsuki volvió a arremeter contra el hombre pero éste se corrió y con un rápido movimiento, la tomó por la muñeca, la desarmó y la aventó contra el sillón. Tomó su bolso de herramientas y lo arrojó lejos—. Quietecita.

—¿Qué quieres? —espetó Natsuki sobándose la muñeca donde el hombre había presionado. Con sólo dos dedos había estado a punto de romperle los huesos. Ese hombre era poderoso y Natsuki supo que no tenía la menor oportunidad.

—Estuve esperando por horas —dijo en tono recriminatorio cruzando los brazos—. Éstas no son horas de llegar a casa, jovencita.

Estaba claramente desequilibrado. La forma de hablar del enmascarado era exagerada, casi teatral. Aún se veía como Itachi, pero ese chakra lo había sentido antes; en Konoha y en Shirukku. Era el enmascarado misterioso, el artífice de la Maldición de Shirukku, el líder de Akatsuki, y si Itachi no se equivocaba, uno de los fundadores de la Aldea Escondida entre las Hojas: Madara Uchiha.

—El escuadrón de detección llegará en cualquier momento —advirtió Natsuki, aunque era probable que alguien con su poder pudiera burlar fácilmente las defensas de la aldea.

—¡Oh, no! Estoy perdido —exclamó mirando para los costados con nerviosismo. Natsuki no respondió. En otro contexto tal vez hubiera reído ante la actitud payasesca del extraño. Pero estaba a punto de morir y su sentido del humor la había abandonado—. No quieras desviar el tema, jovencita. Llegas tarde y ni siquiera usas el collar que te regalé —dijo volviendo a mostrarse serio. Sacó el colgante con el cuervo de ojos rojos y se lo tiró en la falda.

—Ya corta con tu mierda y matame si  eso has venido.

—Cuánta seriedad. Me recuerdas a Itachi... Eh, digo ¡a mí! —Natsuki no pudo evitar poner los ojos en blanco. No esperaba morir con un show de chistes malos— Ay, ¿a quién quiero engañar? Tú conoces a Itachi-senpai muy bien —dijo guiñando un ojo— ¿eh? ¿eh? —El hombre deshizo su jutsu de transformación y ante ella apareció un enmascarado de cabello oscuro y capa negra. Lo más extraño era que su mascara sólo tenía un orificio del lado derecho, como si solo tuviera un ojo— ¡Ta dá! ¿No te sorprendes? —No le veía el rostro pero aún así, no parecía ser un anciano de cien años de edad.

—Eres el enmascarado de Shirukku.

—Mjm, pensé que ibas a estar más emocionada —comentó fingiendo decepción—. Y no me olvido de tu patada, fuiste muy muy rápida. Me sorprendes, Natsuki-chan. No me extraña que Itachi haya puesto el ojo en ti —acercó su rostro enmascarado soltando una risilla mientras cubría el lugar donde debería estar su boca—. Y eres muy bonita. Ese Itachi es todo un picarón.

—No sé de qué hablas.

—Jijiji, no tengas vergüenza, Natsuki-chan. ¡Ay, que bello el amor joven! Pero en fin, no vine de visita para hablar de tu vida romántica, aunque podría hacerme un tiempito... ¿nos hago un té para los dos y compartimos chismes?

El hombre desapareció y reapareció en la cocina. Puso una olla con agua a calentar y sacó otra taza de la alacena. La taza de Natsuki continuaba sobre la mesada con el saquito de té y una cucharada de miel, pronta para servirse. Natsuki miraba toda esa bizarra situación con horror, se sentía como en una pesadilla. ¿Por qué hacía todo eso? ¿Por qué no la mataba y ya? De seguro el hombre ya sabía todo sobre ella e Itachi, incluso que Itachi era un espía... ¿O tal vez no?

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaWhere stories live. Discover now