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Átomo ardiente diluido en mar de espectros acaramelados.
Con su abrazo, a gajos violenta la incandescencia tácita del marino follaje y sus diamantes, degolla sus chispas, la evapora por números casi certeros.
Las lumbres botánicas lagriman ácidos en noctívagos bucles, relievan dorados placeres al son de los toqueteos iridiscentes.
Firme, solloza el sendero junto al espejo, y en remolinos acalorados palpa humos de huesos y verbos, mientras las tintas de fuego saturadas se postran en su velo para entornar mil y unas metáforas rojas...
