9.- Cursed.

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Era una noche tormentosa de Noviembre. Nubes oscuras cubrían cada parte del cielo nocturno, haciéndolo oscuro y misterioso. 

In el medio de la ciudad, podías escuchar los fuertes pasos de un par de zapatos, pero sólo verías una sombra pasar; conforme la sombra avanzaba, las lámparas se encendían y explotaban de manera repentina, esto continúo ocurriendo hasta que la 'sombra' llegó a una pequeña y vieja casa con moho en la puerta y pasto seco en el jardín frontal. Una vez ahí, una nube de humo se comenzó a formar, de ella, surgió la silueta de lo que comenzaba a parecer una persona. Él, era una figura alta , cubierto de pies a cabeza por una capa verde  oscuro que contrastaba su brillante cabello y su piel, pálida como la luz de la luna; a su lado, caminaba un pequeño gato negro de ojos esmeralda que fácilmente se mezclaría en la oscuridad de la noche. El gato maullaba en volumen bajo, como si hablara, y aquel hombre tan misterioso, parecía entender cada cosa que decía y asentir.

Ambos caminaron dentro de la casa y apenas lo hicieron, la puerta fue cerrada de golpe con un hechizo susurrado entre dientes. 

El mago se quitó la capa y la desapareció con el movimiento de su mano y el gato caminó hasta perderse de vista a algún lugar en el segundo piso mientras quien se podía suponer era su dueño, se dirigió a la habitación contigua con prisa.

Abrir la puerta de aquel cuarto reveló un lugar muy extraño, lucía más grande de lo que cualquier habitación podía ser dentro de esa casa y en ella había una mesa sucia y rota de madera vieja y estantes que iban del piso al techo llenos de jarras y envases de vidrio con sustancias asquerosas.

Él hizo aparecer un par de viales de vidrio en su mano, que contenían más cosas misteriosas. Tomó un pergamino abandonado en la mesa y comenzó a susurrar los elementos de lo que parecía una lista, poniendo una marca en los que ya poseía. Dos enunciados se quedaron sin marcar. Era el número de ingredientes que le faltaban. Miró tristemente sobre su hombro, hacia el gato que ahora la acompañaba y trató de animarse a sí mismo pensando que tal vez, podría terminar la poción aquel día. 

Tomó el pergamino y lo leyó una vez más:

"Para transformar un animal en un humano c-" decía hasta arriba, con la última parte arrancada, después, el texto continuaba: "Cuando por una razón u otra, un humano deja de ser un humano y se convierte en alguna otra criatura, es complejo revertir el efecto, sin embargo, no imposible. Para ello comenzarás con una poción que se deberá realizar con precisión y cuidado:

Necesita los pétalos de una Camelia Roja; siete lágrimas de unicornio; escamas de cualquier dragón que habite en el norte; polvo de estrellas; dos cabellos del animal que beberá la poción; veinte gotas de sangre de aquel preparando la poción.

Pon todos los ingredientes en un caldero en el orden que aparecen en la lista con cinco cucharadas de agua y mézclalos en la dirección contraria a las manecillas del reloj por un minuto, luego ponla al fuego y retírala cuando tome un color azul oscuro. 

Después deberás el un hechizo en voz alta cuatro veces, apuntando con la varita en dirección al animal:

'Removendum modum maledict'

El ritual debería funcionar y el animal debería volver a su forma humana apenas pronuncies las últimas palabras del hechizo. Los efectos secundarios o posibles efectos del hechizo son..." Esa parte estaba quemada.

El ya tenía los pétalos de flores, las lágrimas, las escamas, los cabellos y por supuesto, la sangre. Pero le hacía falta la única cosa sobre lo que el  pergamino no era específico: el polvo de estrellas.

¿Cómo se supone que consiguiera eso? ¿De dónde lo sacaría siquiera? Estaba desesperado como para investigar más de lo que ya había hecho y se le acababa el tiempo para que la maldición se pudiera cambiar o eliminar.

Finalmente decidió que era algo muy ilógico a lo que no le encontró sentido y que decidió saltarse. Comenzó a seguir cada paso al pie de la letra. Y a pesar del pequeño contratiempo con aquel ingrediente, todo ocurrió como debería y el líquido cumplía con las características. 

Le dio la poción al gato que se rehusaba a tomarla hasta que el otro lo hizo por la fuerza.

Sacó su varita del bolsillo de su túnica, aunque realmente ya no la necesitaba para realizar hechizos, y apuntó hacia el animal con determinación. Haciendo lo que decía el pergamino, recitó las palabras cuatro veces y un viento fuerte rompió las ventanas y tiró varias cosas, pero a el no le podía importar menos, no se movió. Exclamó la última palabra y de repente, el viento se detuvo. Miró a su alrededor. Todo estaba en calma de nuevo.

Cuando volteó hacia enfrente para buscar al gato, o a una nueva figura humana, se encontró con un espacio vacío. No queriendo aceptar lo que había ocurrido, buscó por toda la vieja casa, moviendo y tirando muebles, con la esperanza de que, si no había una persona ahí, al menos encontraría al gato escondiéndose en alguna parte. Pero no estaba por ninguna parte. Volvió a su lugar después de recorrer las habitaciones por tercera vez y cayó sobre sus rodillas.

Habría podido esperar un día más con tal de realizar bien la poción, pero no lo hizo, y ahora no podía hacer nada más.

Suspiró con pesadez. Era todo culpa de su padre, él había transformado al amor de su vida en una criatura maldita en negación al matrimonio de ambos. Creyó que podía romper la maldición e ir a reírse en su rostro porque sus intentos no habían funcionado. Pero su desesperación y frustración le habían ganado.

No podría reírse en su cara, pero le haría pagar, de cualquier manera, con tal de que sintiera el vacío que él tenía dentro de sí en ese momento. No descansaría hasta que el viera su felicidad escapar de entre sus dedos y no poder hacer nada al respecto. Sonrió. Sí, ese era un buen objetivo para seguir vivo aún cuando se le habían ido las ganas.





Nota: Jaja hola, aquí les traje una historia muy extraña que escribí hace un año para la clase de inglés. La cambié un poco muy demasiado y aquí está.





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