Prólogo

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Enthusiasm

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Jotaro Kujo no sentía nada durante un crimen, sea el nivel que fuese.

Jotaro Kujo no sentía nada durante una pelea, sea lo peligrosa que fuese.

Jotaro Kujo no sentía nada durante el sexo, sea el género que fuese.

El solo servía a su jefe, Kakyoin Noriaki.

Aunque eso significase tener relaciones sexuales con él, Jotaro nunca desobediencia una orden; él no era un ser humano, era un perro.

Protegerlo era su misión, hacer sus trabajos de la empresa fue un requisito, necesitaba llevar adelante su vida, tener en buen estado económico a su madre abuelo y su futura carrera.

No le importaba hacer los trabajos sucios, nada llevo a afectarlo, ni el echo de tener sexo con su jefe en la sala de Star.

Jotaro Kujo no tiene vergüenza, ni conciencia.
 
  —¿Me estás diciendo que culeaste con tu jefe con su esposa ahí mismo?

Jotaro levantó la vista de su taza hacia la mujer frente a él.  La mujer era casi de su edad, menos desgastada que él, ella se veía más viva en el sentido laboral.

La primera vez que se conocieron fue pura coincidencia y mala suerte, según él pensaba: invitar a un café a la mujer que trataba de robar su auto era interesante.

  —Si, así es.

Escuchó la risa de la mujer, y él dio un sorbo al café.

  —Vaya que eres extraño —ella se cruzó de brazos, y se rascó una axila—. ¿Qué se siente hacerlo con otro hombre?

  —Mientras se limpien el interior, no tengo problemas.

  —Debio ser duro la primera vez.

  —Si, mi pene no dejaba de oler a excremento.

Ella carcajeó por lo menos los 4 primeros minutos y se limpio una falsa lágrima. Jotaro miró atentamente las facciones de su rostro femenino.

¿Por qué arruga tanto la nariz? Parece un caballo.

  —¿Dónde has estado toda mi vida? Jamás me he reído así de fuerte —ella acostó la cabeza en la mesa, masticando lo que queda de su chicle.

Jotaro no supo que responder, considero normal hablar de su vida sexual a un completa desconocida, no es la primera vez que en su vida sucede algo errático.

Continuó bebiendo del café.

  —Tu vida presente se oye muy sexual y vacía —ella comentó, inflando un globo rosado.

  —¿Vacía? —preguntó suavemente Jotaro, analizando la indiferente expresión de su acompañante. La mujer era tan cautelosa como él, ¿Mantener una risa lunática para luego dejar de ser emotiva? Era una experta.

  —Si, ¿Realmente te sientes bien contigo mismo por lo que eres?

Jotaro tardó un poco en responder. Él ya no era un humano, solo era un objeto, las emociones dejaban de fluir en su interior, su alma solo se mantenía lejos, lo único que quedaba de él era las reacciones de su cuerpo carnosos.

¿Cómo se sentía? Lento y aturdido.

  —No lo sé.

  —Solo hemos hablado por una o dos horas, y creo lo sé todo se ti —la mujer confesó, acomodándose en el asiento.

  —¿Cómo puedes asegurarlo? No sabes ni mi nombre.

  —Si lo sé, te llamas Jotaro Kujo —una perversa sonrisa se proyecta en sus rosados labios al obtener la sorpresa en los ojos del hombre. Deslizó del bolsillo una tarteja de identificación y unas llaves—. Olvidas que soy una ladrona.

  —Sabes esa información en base aún robo, no por una experiencia. Solo sabes lo más monótono de mi.

  —Se que tu color favorito es el transparente, un color bastante característico para ti, si me lo preguntan —bostezó la mujer, y mastico su taco. Jotaro se quedó en silencio, llevando consigo otra mirada por parte de ella—. Lo supe por el color de auto, incluso en pedir alimentos, seleccionabas las menos colorida, casi inexistente en pigmentos.

   —¿Qué otra cosa sabes de mi?

  —¿Qué detecté? ¿A caso es curiosidad? —la mujer se pone de pie, y mueve los brazos fingiendo confusión, y luego le acaricia la mejilla a Jotaro—. ¿No habías dicho que tú no sientes nada, señor 1,95?

    —Estas en lo correcto —Asistió Jotaro y le tomo del brazo—. Pero no estoy dispuesto a dejar que una mujer se lleve una victoria sin pruebas.

  —Me parece justo —la mujer se soltó del agarre y se puso la chaqueta de cuero—. ¿Qué te parece cada noche, venir a esta cafetería a comer algo?

  —Suena interesante.

La mujer se despidió, dejando en la mesa la tarteja de identificación y las llaves del auto.

Jotaro suspiró, no podía creer en que otro lío se ha metido.

Entusiasmo • Jotaro Kujo x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora