04. Tétrico

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—¡Hacenos el bendito favor de taparte! —Espetó la mujer mientras jalaba a su hijo menor hacia ella y le cubría los ojos—. ¡¿No ves que hay nenes?! ¡Tomatela de acá!

—¡Esto es una playa familiar!

—La última vez que venimos a la Costa. ¡Seguramente el próximo año van a venir más!

Estos y más comentarios similares llenaban los oídos sordos de Macarena. Miraba al sol dibujando una sonrisa.

—¡Carlos hacé algo! —Insistió la primera—. Tirale arena, agua, una manta, ¡hacé algo! ¿Qué le decimos a Martín después?

Un hombre joven en edad se arrimó donde ellos cargando dos conos de helado y una fila de 10 curiosos; entre ellos, su padre y madre. Ambos se miraron entre ellos, sin entender el enojo de la gente reunida a espaldas de su nuera.
Hablaron a su hijo al oído, cabeceó u a vez y fue con Macarena, teniendo cuidado de no tirar el helado.

La pareja adulta retrasó sus pasos para atender a los molestos.

—¿Qué les pasa con Macarena? —Preguntó el marido—. Si no les hace nada, está tranquila tomando sol como todos ustedes.

—¡Pero yo no ando en bolas exhibiendo todo!

—¿En bolas? —Carcajeó Haideé echándole un vistazo a la nuera—. Pero si trae trikini, ¿estás en pedo?

—Escuchame una cosa: no te hagás la sonsa que sabés de lo que te hablo —susurró la quejosa. Se acercó lo suficiente como para que las siguientes palabras fueran el secreto de ambas nada más—. De acá a la China se nota que no es normal. Bastante tengo armando la carpa en torno a mi hijo para que no vea eso y me lo ponés en frente.

—¿A qué te referís con «no es normal»?

—Contrataste servicios de esa mierda antinatural. Te va a traer problemas.

—Creo que eso es un tema mío, de mi marido y del matrimonio de mi hijo. Yo me ocupo de lo mío y usted ocúpese de explicarle pacientemente a su hijo cada cosa, de sacarle la carpa que en cualquier momento se le vuela —remataba cortante—. ¡No joda! —Miró a los demás—. ¡Dejen de romper las pelotas! ¡Si no les gusta, no miren!

Cazó a su marido de un brazo y se lo llevó de ahí, reuniéndose con el resto de la familia que esperaba cerca de la orilla.

Durante el resto del día, Haideé contempló con lágrimas en los ojos a la feliz pareja. Contaba las cicatrices a la vista: 16 en total.
Estaban ahí, frente a ella, disfrutando del mar y el viento veraniego. Macarena le dedicó una sonrisa y agitó la mano a modo de saludó, la mujer le correspondió.
Estaban ahí. Estaban vivos, disfrutando su amor, celebrando sus 3 años de noviazgo.

Así debió ser desde el principio, desde antes de todo.
Celebrando, y no metidos en esos tétricos cajones gracias al inconsciente borracho «rubio de ojos azules» que con dos mangos borró hasta su nombre. Destrozados como cortes de carnicería, irreconocibles.

Celebrando. No muertos.

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⏰ Last updated: Oct 16, 2020 ⏰

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Entre músculos y cationesWhere stories live. Discover now