Capítulo 17.

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Después de un rato esperando noticias, Kagome salió de la habitación en donde atendían al Rey Demonio. Tanto Inuyasha como el primer príncipe estaban ahí, esperaban noticias del señor de los demonios y no eran los únicos, varios demonios del concejo y otros más estaban al pendiente de su señor. Pero la expresión de la hechicera no daba esperanzas, Inuyasha temía lo peor al ver su rostro que mostraba una gran desazón. Realmente Inuyasha sin saberlo, no deseaba escuchar lo que ella diría y no lo entendía.

―Lo intentamos todo, pero no pude retirar por completo el veneno y está demasiado débil como para hacerlo por sí mismo. Su estado no le permite regenerar sus heridas y no hace mucho que estaba combatiendo en el frente, su energía es insuficiente para eliminarlo. ―Habló la hechicera, le dirigió una mirada desdeñosa a Inuyasha. ―Es posible que no sobreviva la noche.

El alboroto comenzó e Inuyasha quien sentía un doloroso sentimiento en el corazón, entró a la habitación pese a las negativas de la hechicera. El primer príncipe se encargó de que nadie lo molestara. Inuyasha se acercó a la cama en donde el Rey Demonio luchaba por respirar y sintió sus mejillas humedecerse. No quería que muriera, no por su culpa.

―¡Levántate de esa cama como siempre lo haces! ¡Se supone que eres el ser más poderoso que existe!. ―Gritó con desespero, Inuyasha pudo sentir un nudo en la garganta. ―¡No puedes dejarte morir tan fácilmente!.

Inuyasha terminó arrodillado junto a la cama, viendo como la vida se le escapaba a ese fiero demonio. Débilmente la mano del Rey Demonio se acercó a su rostro y limpió las lágrimas de su mejilla.

―Creí que... ―Soltó un quejido ronco. ―Me odiabas.

―¡Aún lo hago!. ―Contestó rápidamente. El Rey Demonio cerró los ojos, parecía dormir. ―Pero quizá ahora solo te odio un poco menos. ―Susurró sin ser consciente de que fue escuchado.

Inuyasha se quedó un rato velando el sueño del Rey Demonio, sumido en su propia culpa y un inexplicable dolor. Ni siquiera el dolor de sus manos vendadas era tan intenso con el que estaba instalado en su corazón. Inuyasha no quería pensar en la razón de ese dolor, aunque la respuesta se estaba aclarando muy en el fondo de su mente y corazón. 

Salió de la habitación al ser llamado, Inuyasha fue convocado a la sala de discusiones por orden del concejo y al ser técnicamente el segundo al mando, no tuvo opción más que asistir. Aunque la verdad era que deseaba ver a los niños y comprobar que estaban bien, luego de ello volver a velar por el Rey Demonio. Una preocupación causada por la culpa, se repitió mientras caminaba. Mientras avanzaba a su destino, Inuyasha escuchó un fuerte llanto y en pocos segundos tenía a una pequeña llorando mientras abrazaba sus piernas. Inuyasha supo que ya le habían comunicado a la pequeña Rin sobre el estado del hombre al cual amaba como a un padre. Inevitablemente Inuyasha se agachó a la altura de la niña y la abrazó, el nudo en la garganta se le hizo más notorio tanto como sus ganas de acompañarla en su llanto. Pero no lo hizo, la moral de todos estaba por los suelos y alguien debía ser fuerte por ellos.

―Escucha bien, Rin. ―Separó a la niña de sí y la tomó por los hombros, todo sin abandonar su postura. ―Él es fuerte y va a levantarse como siempre lo hace. 

Esas pocas palabras que fueron dichas aun con la voz quebrada y la mirada acuosa, fueron suficientes para que la niña limpiara sus lágrimas y sonriera ampliamente. Eso también contagió a Inuyasha.

―Rin no volverá a dudar del Rey Demonio. ―Limpió sus mejillas enrojecidas, quizá eran las últimas lágrimas que su naturaleza le permitiría derramar. ―Él sanará y va a estar con Inuyasha, van a ser muy felices juntos.

Inuyasha sonrió ante la ingenuidad de la niña y la despidió para seguir con su camino, ella afirmó que iría a convencer a todo el mundo con las mismas palabras que él le había dicho. 

La Madre de los Príncipes de la Calamidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora