13 | Una localización matrioshka y un panda que no distingue a sus hijos

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En la televisión, una reportera da los últimos detalles sobre la muerte de Vivi, aunque jamás dice su nombre porque su cadáver sigue sin identificar

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En la televisión, una reportera da los últimos detalles sobre la muerte de Vivi, aunque jamás dice su nombre porque su cadáver sigue sin identificar. Hace días que encontraron su cadáver y la policía baraja la hipótesis de que haya sido un suicidio. Como nadie ha visto el cadáver, la gente se contenta con esa explicación aunque sea una completa mentira. No hay más que ver su cuerpo para saber que el suicidio es la última explicación posible y que la policía se ha topado de bruces con un muro.

No puedo evitar pensar en la propuesta de Dominique, pero sé que llamarlo es lo último que debería hacer. Debería seguir con mi vida hasta que pueda. Cumplir con los encargos, hacer todo lo que me pida Pantera y callarme de una vez, pero incluso yo sé que no voy a ser capaz de ello.

El teléfono desechable parpadea con un nuevo mensaje. A simple vista, parece un aviso de una empresa de paquetería, pero en su interior están las coordenadas de la localización donde tendré que buscar mi próximo encargo. Es justo la distracción que necesito, así que me pongo en marcha.

La oscuridad me traga sin masticar en cuanto alcanzo la parte de atrás de una casa abandonada en las afueras de Calabria. Camino entre la maleza, rezando interiormente para no tropezar con los restos del muro que solía rodear la propiedad y que ahora están esparcidos por toda la parte de atrás, y me dirijo al cubo de metal oculto bajo un arbusto. Ilumino la zona con la pantalla del móvil y aparto el cubo a un lado. Encuentro el mensaje oculto tras un ladrillo medio suelto que apenas es visible incluso para mí. La manía persecutoria de Pantera es tal que a veces pierdo más tiempo intentando encontrar sus mensajes y memorizando las localizaciones y sus respectivos códigos que entregando los puñeteros mensajes.

Esta noche hace un frío espantoso —la primavera continúa resistiéndose al verano que ya debería estar aquí— y mientras desdoblo el papel descubro que tengo los dedos entumecidos. Ilumino el trozo de papel con la pantalla de mi teléfono: hay otra localización oculta dentro de un nuevo código. Es como esa matrioshka con la que Catorce jugaba a veces, una localización dentro de otra y de otra y de otra más hasta que descubres la verdadera.

No es habitual que Pantera haga eso, salvo que estemos en peligro. Tomo una fuerte bocanada de aire y memorizo la nueva localización antes de quemarla.

Cuando por fin llego a la última localización, no sé si estoy preocupada, indignada o cansada. Tal vez una combinación de las tres cosas. La tercera planta del edificio está completamente desierta y dudo que haya vivido alguien en mucho tiempo, a juzgar por el polvo que se acumula en las esquinas. Debe ser uno de los muchos edificios que quedaron vacíos en la oleada de desahucios que hubo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Mucha gente pasó de tener su propia casa, coche y trabajo a regresar a la casa de sus padres o, lo que es aún peor, terminar en la calle.

La puerta B está entreabierta y me cuelo en el interior del apartamento. Está a oscuras, a excepción de un pequeño hilo de luz que me permite advertir un movimiento a mi derecha antes de que la puerta se cierre de golpe.

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⏰ Last updated: Oct 07, 2023 ⏰

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