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Padre,

No sé decir con claridad cómo empezó la charla, pero si recuerdo con detalle mientras la teníamos, Marissa estando en mis brazos.

—¿Cómo se llamaba tu hermana? — Pregunté en algún momento.

—¿No lo sabes Padre? — Marissa me observó curiosa acomodándose en mi regazo. — Entonces...

¿Quién te ha dicho que ella ha...?

—Carlos.— Respondí luego de un rato. — Él vino a la parroquia un día y simplemente salió el tema. — La acaricié una de las trenzas con cariño.

—¿Q-qué hacía él allí? — Ella tembló por un momento bajo mis brazos, y no me gustó en absoluto su reacción.

—No lo sé. — Dejé mi nariz recorrer el hombro de Marissa hasta hacerla temblar por mí, y no por él. — Te estaba buscando.

—¿Buscándome? — Ella ladeó la cabeza de forma que su mirada acabó fija en la mía.— Tú nunca... Me has dicho nada.

—Los celos no me han permitido hacerlo.— La besé antes que ella dijera algo más. Marissa en un primer

momento intentó alejarse, pero no la permití hacerlo. No quería tener de responder a preguntas incómodas e infantiles a mi edad.

Sin embargo, mi problema luego de un rato empezó a ser otro. Besarla me estaba afectando en límites inimaginables. Como si no la hubiese probado lo suficiente.

Como si quererla fuese de por sí inevitable.

Tendría que detenerme antes de oírla gemir. Y algo me decía que ella estaba a punto de hacerlo.

—Aham...— La acaricié las mejillas alejándome. —

¿Y cómo se llamaba?

—Olanda.— Marissa consiguió formular recuperando el aliento. El beso la había afectado también. — A m-mi madre siempre la gustó el mar— explicó — Olanda fue por las "olas" del mar. Y Marissa por el "mar" en sí. — Movió un poco las piernas, y sin querer hizo fricción en mi miembro. Me obligué a tragar un gruñido involuntario. Por suerte, ella no pareció no notarlo. — ¿Y tus familiares John?

—No tengo demasiados — respondí. — Al menos por parte de mi padre. Por parte de mi madre nunca llegué a conocer a nadie. Pero tengo a mi hermano Harry y Carla. También a los críos del orfanato y los feligreses — enumeré. — Tengo infinidad de cosas más. Y también te tengo a ti... Si me lo permites.

Tras oír lo último ella miró hacia el suelo antes de asentir lentamente. Como si no estuviese acostumbrada a ello.

Como si ser deseada fuese algo completamente nuevo para ella.

Dios... La deseaba insanamente otra vez.

—¿Y tu padre John? ¿Él... Está vivo?— Me preguntó una vez tuvo fuerzas de mirarme sin avergonzarse de paso.

—Sí, él está vivo.— asentí.

—Oh.

—Pregunta. — La alenté. — Sé que quieres hacerlo.

—¿Por qué no lo has nombrado antes?

Aquella sí era una buena pregunta.

Perdóname Padre porque he pecadoWhere stories live. Discover now