A Pesar De Todo

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Otra vez había pasado, pero ¿de que servia molestarse?,ella iba a alegar que había sido mera cosa pasional, que no había amor...Que era su trabajo como diosa del amor. Como siempre que aquello pasaba, Hefesto se encerró en su taller, dejándola sola antes de que empezara a disculparse, esta vez Afrodita se había excedido, seguramente confiaba en que el enojo de su marido se apaciguaría con una de sus sensuales miradas, o con un beso de sus rojos labios, pero no funciono, en vez de ello la había apartado violentamente para poder ir a encerrarse a las fraguas.

Y ahora ahí estaba ella, sola en su habitación, llorando amargamente, no sabía si era por su orgullo herido o por la forma en que Hefesto la había tratado...quizá era un poco de ambas cosas...

Mientras tanto el divino herrero piensa ¿Por qué le sigue aguantando todo eso? ¿Por qué no se enfrenta a Ares de una vez? El también es fuerte gracias a su trabajo en la fragua, él también posee fuertes brazos para proteger a su delicada flor de cualquier peligro, y entonces se da cuenta de que a pesar de todo el la ama.

Por su parte la bella diosa se mira al espejo, y su perfecta imagen le es devuelta, con mirada crítica observa su blanquecino cuerpo, y se descubre morados en la piel, todos y cada uno de ellos provocados por Ares, en el momento de su intimidad, entonces la divina hija de Urano nota un moretón cerca de su pecho. En ese moretón ve miles de cosas, pasión, furia, pero sobre todo odio, un odio inexplicable un odio que al parecer Ares reserva exclusivamente para ella, un odio que ha matado todos los sentimientos que ella guardaba por el dios de la guerra.

Esto no es amor-susurra la diosa, abrazándose a si misma.

La noche avanza y ella solo espera la hora de que su marido vuelva,esta avida de sus besos,de sus brazos de EL.

Por fin el herrero regresa a su palacio, escenario de las múltiples infidelidades de su mujer, la encuentra recostada en el lecho con una tunica transparente que deja ver su exquisito cuerpo, cualquiera caería rendido ante esa seductora imagen, el la examina, tomando conciencia de la redondez de sus caderas, de la estreches de su cintura, de la amplitud de sus pechos...

El herrero siente que su corazón le late desbocado y que su pantalón le aprieta, busca una palabra para describirla, ella le sonríe seductora y va a su encuentro.

¿Esperas a alguien?-le pregunta, el herrero con indiferencia, queriendo hacer caso omiso del deseo que su mujer le esta provocando.

Si-responde la bella dama acercando se aun mas al herrero, dejando que su perfume lo embriague- a ti.

Entonces es cuando el herrero pierde control de si mismo, la atrae hacia si, desnudando su cuerpo de ninfa, para poseerla como nunca hasta entonces, ella pestañea y el le sonríe calidamente, entre la cama, y entre sus fuertes brazos Hefesto posee a Afrodita como si nada mas importara, como si su vida se le fuera en la exquisita mujer que esta debajo suyo.

Ella lo besa disfrutando del exquisito contacto, buscando mas, buscándolo a el...

Un suave canto sale de sus rojos labios, quebrantando el silencio de la noche, y excitando a su esposo, con el no hay dolor, no hay odio, no hay puños, hay placer, hay un ardiente fuego que le produce bienestar, la sensación que tanto necesita y que Hefesto le da en forma total y entonces entiende que es amor...

Amor a la forma en la que el la domina, en como acaricia su cuerpo, a la forma reverencial en la que la posee, a como le arranca suspiros y jadeos, un amor inexplicable hacia el hombre que una vez desdeño y en ese momento siente que le pertenece a el y solo a el.

Su mente borra todo recuerdo de Adonis,de Ares, se da cuenta de que ellos solo fueron capricho, que su corazón siempre a sido del herrero.

El la siente temblar entre sus brazos, la escucha suspirar, suplicándole que ese momento no termine jamás, acaricia su mejilla, y besa su blanquecino cuello, esta noche solo quiere dedicarse al placer de ella, pues para el estar con ella es el éxtasis supremo.

Te amo-susurra el con la voz entrecortada por el deseo,observando como sus rojos labios dibujan una sonrisa.

Ambos siguen gimiendo, besándose, dándole placer al otro, mientras el fin se va acercando.

El termina dentro de ella, arrancándole un fuerte gemido de placer, ambos caen exhaustos al lado del otro.

Yo también te amo- susurra ella acariciando su mejilla y besando su boca.

Y es que a pesar de todo, Hefesto es el dueño del corazón de Afrodita, por mucho que Ares crea que la tiene, ella siempre será del herrero, ambos se pertenecen de una forma tan compleja que es difícil describir...

De Amor Y De ForjaWhere stories live. Discover now