Capítulo 5.

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Al acabar el primer año de escuela elemental mamá me entregó un diario en el cual mi caligrafía fue mejorando al escribiendo preguntas y palabras que no sabía su significado, las sensaciones se agrandaron, Nayeon, SeokJin y yo nos volvimos casi inseparables, nos descubrimos cuando cumplidos los ocho años que no podíamos ir a la otra escuela y no podíamos formar otro equipo que no estuviese formado por nosotros tres hasta que llegaron los nueve años.

Fue a esa edad donde todo se desbordó por un período interminable de tiempo, pero eso no lo sabía, porque no hay manera de saberlo hasta que hemos llegado al día en que lo sabemos.

Estaba en el tercer grado de escuela elemental, sabía leer, escribir, sumar, restar y estaba batallando arduamente con memorizar las tablas de multiplicar sin embargo, para los números todo se derrumbaba para mí, crecí algunos centímetros a lo largo de los años, mi cuerpo tomó una forma peculiar, mamá aseguraba que era normal, pero por otro lado no podía evitar comparar el crecimiento de Jin con el mío, el parecía un niño mejor crecido que yo, por otro lado descubrí el significado de ingenua, estrangular y lo que se suponía que sucedía con los muertos.

A Nayeon le creció el cabello el cual ahora le llegaba mucho más abajo de los hombros, estaba delgada y su piel era lechosa, su cara de conejo repentinamente se transformó en un rostro de niña en crecimiento, ya no lucía como un conejo diabólico, ahora era solo Nayeon con sus dos dientes frontales más largos que los otros.

SeokJin aprendió a leer de una manera fluida del modo que sus libros infantiles fueron aumentando el nivel, por el momento estaba gravemente atascado en los cuentos que no le pertenecían a Disney, por lo cual él leía las versiones tétricas y sin censura, un día de años pasados descubrí a Nayeon escribiendo, mejor dicho transcribiendo, puesto que su mamá le había asegurado que su lectura era lenta.

-¿Qué escribes?- la veo con toda la atención puesta sobre el cuaderno, el lápiz de grafito y el libro.

-Esto- musita, sin siquiera alzar la mirada.

-¿Y qué es eso?- inquiero nuevamente sin embargo, esta vez no recibo ninguna respuesta por parte de la niña, se inclina más de lo que debe sobre el cuaderno, como si, si no lo hace de ese modo, la letra se saldrá del lugar en el cual desea que esté -¿Sabes qué dice ahí?

-No- responde naturalmente, la veo con escepticismo, frunzo el ceño al no comprender su lógica.

-¿No sabes?- alza la mirada y me observa para negar otra vez, es cuando estallo en risas sin poder contenerme, ella frunce el ceño y continúa escribiendo -¿Cómo sabes lo que estás escribiendo?- se encoge de hombros, esta vez sin brindarme ni una pizca de su atención, vuelvo a reírme y apoyo mi cabeza entre mis brazos sobre la mesa de la biblioteca, veo sus dedos los cuales lían el lápiz, veo el cuaderno con la dedicación de una caligrafía pulcra, luego la veo a ella, sus ojos, sus mejillas, su cabello y sus labios, no comprendía exactamente que sucedía al ver de esa manera a la pelinegra, en ese entonces solamente me pareció entretenido, pero ahora con nueve años casi descifraba lo que implica ver a alguien por más tiempo del que implica.

Sientes atracción por ella, aunque los sentimientos no son profundos, ni se extienden por demasiado tiempo, cuando somos pequeños, las circunstancias correspondientes a los sentimientos y no solo del corazón son lo de menos.

Ahora con nueve años en el tercer grado de la escuela elemental mamá había conseguido un trabajo estable y bueno en una buena universidad de Busan, por consiguiente logró comprar una casa en el último año, así mismo pagarme el transporte de la escuela, podía invitar a Kim y a Im cuando deseara, había un jardín con césped donde llegaban muchas mariposas y cada vez que una aparecía recordaba al gusano (oruga, no gusano) y la metamorfosis del insecto que repentinamente echaba alas, entonces ¿Quién había puesto el primer huevo? El mismo dilema de la gallina, pero ese conflicto no me interesaba tanto pese a que las gallinas si me gustaban, no obstante, mamá no me permitía criar a una.

A mis diecisiete [Hopemin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora