Capítulo IV

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"Mi profesora de Mates me pone por las nubes..."

Aparecimos en Central Park, al norte de Pond, el lago con forma de coma. La Señorita O'Leary parecía muy cansada cuando se detuvo cojeando junto a un grupo de rocas.

— El Inframundo tiene dos entradas principales. Tú ya conoces la de Los Ángeles.

— La barca de Caronte.

Nico asintió.

— La mayoría de las almas entran por allí, pero hay un camino más estrecho y difícil de encontrar. La Puerta de Orfeo.

— El tipo de la lira. — aclaró Skylar.

Recordaba la historia. Orfeo no debía mirar hacia atrás para traer a su esposa al mundo de los vivos, pero desobedeció. Es la historia que nos cuentan alrededor del fuego en el campamento cuando nos estamos quedando dormidos.

— ¿Cómo se abre? — fingí estar sorprendido.

— Nos hace falta un poco de música. ¿Qué tal se te da cantar, Sky?

— Igual de bien que a ti no hacerle caso a espíritus malignos, Nico.

Yo tenía claro que si me ponía a cantar sólo provocaría una avalancha.

— Se me ocurre algo mejor. — me volví y grité — ¡¡GROVER!!

Esperamos un buen rato. La Señorita O'Leary se hizo un ovillo y se echó una siesta. Entre los árboles, escuché el canto de los grillos.

— No funciona. — susurró Nico por fin.

Pero yo tenía un presentimiento. Por primera vez en meses notaba el hormigueo de la conexión por empatía.
Cerré los ojos y me concentré. Estaba en algún rincón del parque, seguro.
Me vino una imagen a la cabeza. Un almo gigantesco en lo más profundo del bosque, lejos de los senderos principales. Y allí, tendido de brazos cruzados, un sátiro. Al principio no supe si era Grover.
Poco a poco capté una secuencia borrosa de pensamientos, como si estuviera a cámara rápida. La imagen se hizo añicos y no me caí de bruces de milagro.

— He conectado con él. Ya... ya viene hacia aquí.

Un minuto más tarde, el árbol que teníamos al lado se estremeció y Grover cayó de sus ramas. De cabeza.
Las dríadas habían tenido la gran idea de pasarlo de un árbol a otro para llegar allí desde la otra punta del parque. Aunque no acababan de comprender el factor altura.
Sonrió de oreja a oreja y se puso en pie... bueno, sobre sus pezuñas. Desde el verano anterior, había dejado de disfrazarse de humano.

— Me alegro de verte. — le dije — ¿Te acuerdas de Nico?

Grover lo saludó con un gesto y luego me estrechó en un abrazo.

— ¡Peeeercy! — baló — ¡Te he echado de menos! Y al campamento. Las enchiladas de las tierras vígenes no son muy buenas que digamos.

— Nos tenías preocupados. — le dijo Skylar — ¿Dónde te habías metido en los últimos dos meses?¿Dónde está Nes?

La sonrisa se le desdibujó y dio paso a una nueca de completa confusión.

— ¿Dos meses... qué me estás diciendo? — de pronto, me agarró con fuerza — ¡Ahora lo recuerdo! Me dejó fuera de combate. ¡Hemos de detenerlo, Percy!

— Eh, calma. Cuéntamelo todo.

El tipo del abrigo negro sin sombra.
El tipo caminaba por el parque, mirando los edificios como si calculara algo. Cada persona que se cruzaba en su camino se tendía a dormir en el suelo. Grover lo siguió.
Cuando se giró, no pudo distinguir su cara. Tenía muchísimo sueño. Era lo último que recordaba.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐎𝐋𝐘𝐌𝐏𝐈𝐀𝐍 || PJO 🔱Onde histórias criam vida. Descubra agora