The Wedding I

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Regresando con la decaída azabache, la señorita Bustier ya se encontraba arreglando su vestido y velo con pesar

-Señorita Marinette, ya debemos partir para la iglesia -le informa con pena viendo como la chica bajaba con tristeza su cabeza-

-Ayer estaba feliz por mi boda y hoy me siento como atrapada en una intensa marea -menciona afligida-

-Él mar conduce a muchos lugares mi niña -trata de confortarla mientras eleva su rostro con cariño- tal vez te lleve a un mejor destino

La chica volteo hacia el tocador para observar su reflejo perdida en sus pensamientos, gracias a lo cual no supo cómo es que ya se encontraba frente al altar junto a su futuro esposo

-... Con esta vela alumbrare tu camino en la oscuridad -se escucho un carraspeo por parte del padre de la chica, el cual hizo voltear al ojiazul, el mayor abrió su reloj, lo vio e hizo un ademán dándole a entender que se apresurara, cosa que hizo sonreír de una manera un tanto escalofriante al Lord- con este anillo -muestra la pequeña argolla- te pido que seas mía -le colocó aquella pequeña pieza de joyería en el dedo mientras la chica ni se inmutaba, pues en su rostro no se reflejaba más que el dolor en el cual estaba sumida, dejó caer la mano de la joven como si nada, importandole poco lo que sintiera o no, la chica cerro sus ojos para enseguida escuchar lo que ella sentiría como su sentencia de muerte-

-Y ahora los declaro marido y mujer -menciona aquel sacerdote dando por terminada la ceremonia-

-Pobre de mi niña, pobre de mí niña... -sollozaba la amable nana quien sentada en una de las bancas al fondo de la iglesia, lloraba por la triste vida que de ahora en adelante llevaría-

Pero la azabache no era la única que sufría en ese momento, pues un rubio cabizbajo, el cual sentado al pie de un ataúd, veía aquella rosa en sus manos la cual días anteriores la misma ojiazul le había obsequiado, suspiro dolido por la noticia que recién había recibido al mismo tiempo que cerro sus ojos con dolor

-Ya es muy tarde -murmura para si mismo con pesar mientras dejaba caer aquella rosa al frío y sucio suelo, pero una dulce y preocupada voz llamo su atención, una voz la cual ahora era bastante conocida para él, cosa que por un momento lo saco de aquellos pensamientos pesimistas y dolorosos que el chico tenía-

-Ay señorita Marlena ¿que voy a hacer? -exclamas afligida- ¡se fue sin decir una palabra! ¿Todos los hombres son así? -sin poder aguantar más la curiosidad, tu aún esposo se puso de pie y con cautela movió una tapa de los féretros la cual al parecer fungía como pared, pues por aquella vertura pudo ver perfectamente como conversabas con aquellos muertos vivientes-

-Bueno, todos los hombres son iguales -responde la mujer limpiando uno de los utensilios que usaba para cocinar- cuando se les mete algo a la cabeza, no pueden razonar -saca un cuchillo del cráneo de su ayudante, el cual solo se quejó, lo limpio de igual manera-

-Pequeña, debemos hablar -exclamó el anciano Fu entrando a la cocina con el pesado libro de antes en sus manos mientras el otro par de cadáveres se retiraban de ahí-

-¡Yo se lo digo, por favor! ¡Yo sé lo digo! -habla emocionado el pequeño gusano el cual se encontraba escondido entre las páginas del libro-

-¿Que cosa? -le cuestionas preocupada y confusa-

-Hay ciertas complicaciones con tu matrimonio -te responde el anciano-

-¿De que está hablando? -le ves confundida-

-Los votos solo los unen hasta que la muerte los separe -te explica con paciencia-

-¿A que se refiere? -vuelves a cuestionarle, pues aún no entendías el punto-

El cadáver de la noviaWhere stories live. Discover now