2. Peligrosa Jaula

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¡Y denle con su cuento del piso -8!

Para ese punto, las mejillas de Sara empezaron a calentarse y su labio inferior dolió, de lo mucho que lo estaba apretando con los dientes.

<<¿Por qué demonios una estación de metro tendría más de 8 pisos de profundidad? Era simplemente absurdo. >>

—Sí, ya... —murmuró entonces la chica, para nada convencida—. Aún hay varias cosas que no me cuadran en toda esta situación. Es extraño.

¿Acaso querían verle la cara de tonta? Ella era el tipo de joven que no solía tragarse enteras las historias. Tenía una recurrente sensación en su mente que la obligaba a cuestionar todo lo que escuchaba; y en caso de percibir algo inusual, intentar darle una explicación (a veces descabellada).

—Ya sabemos que aquí dentro está ocurriendo algo extraño. No es necesario que lo recalques cada dos por tres —le cortó el rollo Constance, y justo después, lanzó un pequeño gemido de dolor que rebotó, haciendo eco—: ¡Ay!... Oye, si sigues apretando mi hombro de esa forma, acabarás dejándome sin él, querida.

—¿Yo? —Sara se movió en su rincón, inquieta—. No estoy a su lado.

La joven había dejado de agarrar a Constance desde hacía ya un rato. Exactamente cuando la escuchó decir la estupidez del piso -8. Ahora mismo, la rubia se encontraba abrazándose a sí misma mientras entrecerraba los parpados: intentando acostumbrar sus ojos a la oscuridad.

—Espera, si no eres tú..., ¿entonces quién me está agarrando...?

Suspirando con fuerza, Constance pareció haberse enderezado en su lugar y haber comenzado a buscar algo en uno de sus bolsillos; a juzgar por el incesante ruido de objetos chocando entre sí, que rompió el silencio. Luego, gran parte de la oscuridad frente a ellos se disipó. En su mano, la mujer sostenía con firmeza un teléfono celular y, sin perder momento, utilizó la pantalla para alumbrar hacía su hombro derecho.

Sara cerró completamente sus ojos, hostigada por el repentino ataque de luz.

—¿¡Trébol!? —Chilló la señora, y sus dos compañeros pegaron un pequeño brinco.

—Lo siento —se apresuró a decir el hombre, una vez el brillo del celular le dio de lleno en la cara (como si lo hubiesen atrapado en la escena de un crimen) y se movió, retirando su mano del hombro de Constance.

Aquella fue la primera vez que Sara pudo ver el rostro de dicho sujeto, o por lo menos una gran parte de él. Justo entonces, quiso aprovechar la oportunidad descaradamente para intentar reconocer alguno de sus rasgos faciales: como el color de sus ojos..., y fue precisamente ahí donde pudo percibir algo interesante.

Por un milisegundo, le pareció poder distinguir una ligera pizca de nerviosismo en sus oscuras pupilas (las cuales eran de un color negro penetrante).

<<Ah, ¿ahora resulta que "el bromista" también estaba intranquilo? Sería lo más lógico. Sin embargo, no lo parecía hace apenas unos instantes. >>

—Hombre, te huelo perfectamente bien desde el otro lado del ascensor. ¿Por qué, en nombre de todo lo bueno, crees que quiero tenerte más cerca? —Reprochó Constance, arrugando las cejas y direccionando la luz del teléfono para que ahora iluminara las manos de Trébol—. Con esas manotas, no tienes precisamente un agarre suave. ¡Por poco y me descuelgas el hombro! —Se quejó y, si bien Sara estaba junto a ella, a duras penas le puso cuidado.

Y no era para menos, pues había visto como, antes de que Constance apuntara la pantalla hacia sus manos: Trébol se encontraba apretando fuertemente los puños, pero tan pronto como se los alumbraron, este último relajó sus palmas y nudillos de forma "disimulada".

~Te Veré Ahí~Where stories live. Discover now