4. Dulces sueños, Sara

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Desde el momento en que se vio atrapada en un ascensor sin luz: Sara ya se había hecho a la idea de que tendría que dar una incómoda y elaborada explicación en su trabajo para justificar el retraso. Obviamente, omitiendo el 90% de la historia si no quería ser tomada por loca frente a todos sus superiores.

Al parecer, de entre todas las cosas que quedarían fuera de su relato; tendría que sumarle la parte en donde atravesó -como un alma poseída- gran parte de aquel andén, ¡buscando cantarle las cuarenta a Trébol!

-¿Ahorrarme las explicaciones? ¡Aquí la única persona que debe darme explicaciones es él! -afirmaba.

No habían pasado ni siquiera un par de minutos desde que Trébol había estado junto a ella en la cabina del ascensor; cuando la ola de emociones en su pecho empezó a arder, hasta expandirse por todo el lugar. Estaba furiosa.

Tal y como Trébol lo anunció: antes de marcharse en dirección al metro, se quedó un momento para admirar con cierto aire de malicia la reacción de desconcierto que había provocado en Sara con su comentario, para después irse sin mirar atrás; dejándola con ese desagradable vacío en su interior que empezó a llenarse con un sin fin de preguntas, igual de desagradables, y que, aparentemente, no obtendrían respuesta.

-Pues no pienso quedarme aquí y conformarme. ¡Ese sujeto verá hasta qué punto es capaz de avanzar esta chica egocéntrica!

Con esa idea en mente, intentó recomponerse aferrándose a la escasa cordura que aún no se le había escapado y entonces decidió actuar: procurando mantener un ritmo tranquilo al respirar y echando una mirada desde el umbral hacia el exterior, tal y como lo hizo Trébol.

Quería confirmar que realmente estaba en la misma estación de siempre, la que recordaba. Sentía como si le hiciesen descolocado el cerebro.

Permaneció ensimismada recorriendo con la vista una gran parte del andén: desde las paredes de ladrillo hasta los graffitys en las esquinas, pero su concentración se vio interrumpida cuando una voz femenina a su costado bramó, haciéndose notar:

-Señorita, si no piensa salir, entonces no obstruya la entrada al elevador. Mis hijos y yo llevamos aquí esperando bastante rato.

Claro. Con tanto contratiempo: una fila de por lo menos 5 personas se hallaba postrada ahí afuera, de brazos cruzados y zapateando con la punta del pie. No parecían precisamente felices de aguardar por su turno.

Sara no los había notado, y aunque estuvo tentada a lanzarles una mirada desinteresada, acabó por poner los ojos en blanco e ignorarlos tajantemente.

<<Llevan "esperando allí bastante rato", estoy segura de que pueden esperarse otro poco. Además, si se encontraban tan desesperados por abordar el ascensor: ¿por qué cuando vieron que se atoró no fueron a buscar un encargado, en lugar de pararse ahí como inútiles haciendo fila? >>-Señaló mentalmente la rubia, volviendo a centrar su atención en la estación (y demorándose más de la cuenta a propósito). Y no fue sino hasta que estuvo plenamente satisfecha con la observación, que se caminó hacia el frente y salió por fin.

A su lado, la gente de la fila resopló con ganas: en parte irritados y en parte aliviados, antes de adentrarse en manada en la cabina y apretar el botón que cerraba las puertas después.

Algunos incluso le hicieron mala cara a Sara mientras entraban, pero ella ni los miró. Solo se limitó a dejarse extasiar por el alivio instantáneo que la atravesó nada más poner un pie fuera de aquella jaula de metal; un alivio parecido al de alguien que toca tierra luego de un vuelo muy largo.

-¿Qué estoy pisando? -Quiso saber una voz a sus espaldas, posiblemente la de algún niño dentro del elevador-. Ah, esto es... ¡Oye, chica! ¿Se te cayer...? -Pero justo ahí, dicho elevador se cerró finalmente, dejando que la frase sin terminar se perdiera.

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⏰ Ultimo aggiornamento: Jan 19 ⏰

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