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Confesión

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Estaba siendo un tanto apresurado y aquello no le traería nada bueno, no cuando las piernas le temblaban más con cada paso y no tenía ni idea de como empezar, pero aún así jamás en su vida había estado tan seguro de querer hacer algo tanto como ahora.

Seguir un plan a veces no era la mejor opción, te puede llevar a la desilusión sino resulta como esperas, así que, al menos esta vez, se dejaría llevar por la impulsividad de la que casi siempre carecía, siendo ese el principal motivo por el que ahora su lobo se encontraba saltando de gusto, deseoso de poder encontrarse con su omega favorito mientras gritaba su nombre con exorbitante alegría.

Ahora sólo le quedaba implorar para que el nudo en su garganta no se hiciera presente cuando estuviera frente a él, jugando en su contra para retener las palabras, reduciendo las posibilidades de que todo saliera mínimamente bien.

Perdido en sus nervios nisiquiera se dio cuenta de que ya se encontraba a un paso de que ya no hubiera marcha atrás, de que una voz se encargará de traerlo de vuelta al presente.

—Rubius, ¿qué haces aquí?

Parpadeo un par de veces de manera evidente y no necesito más de unos segundos para darse cuenta de que sus pies lo habían llevado en automático a la entrada de aquella casa, la cual visitaba más de lo que le gustaría admitir. Carraspeo al notar que estaba tardando demasiado en dar una respuesta y masajeo su nuca con nerviosismo antes de hablar.

—Yo... quería hablar contigo — Su voz salió un pelín más aguda de lo normal y no pudo ni mirarle sabiendo lo que iba a encontrarse.

Unos grandes orbes violeta llenos de curiosidad que le miraban fijamente sin saber lo que estaban provocando sobre cada fibra de su ser, la facilidad con la que ahora lograba hacerlo un manojo de nervios.

—Claro, pasa — le dijo con suavidad, haciéndose a un lado para permitirle entrar—. Bien, dime entonces, ¿de qué quieres hablar? — preguntó una vez ambos cruzaron bajo el umbral que los llevaba a la sala.

Todo estaba ordenado, como cada vez que llegaba a pasar el rato, y la única luz que iluminaba aquel espacio era la chimenea, creando una acogedora bienvenida para cualquiera que llegará a entrar. Mentiría si dijera que aquello no consiguió relajarlo, logrando que tuviera el valor de girarse sobre sus pies para no seguir dándole la espalda a quien había ido a ver.

—Este... bueno, la verdad no se como empezar — aclaró con una risa nasal que dejo en evidencia el hecho de que estaba nervioso.

Aunque Vegetta no necesito de ese detalle para ser consciente de ello, notando desde el momento en que abrió la puerta que el ligero aroma a avellana estaba irregularmente intenso. Lo que sea que quisiera decirle, parecía tenerlo en conflicto, por lo que le pareció buena idea crear una distracción.

—Bueno...— Se acercó unos cuantos pasos, arrugando la nariz de forma casi imperceptible al ser atacado por las feromonas del contrario— ¿qué tal si en lo que te das una idea me ayudas a ordenar arriba? — ofreció con una sonrisa, sin saber que aquello era como presionar un botón en el interior del más alto que hacía a su corazón bombear más rápido.

—¿Eh? — Le tomó unos segundos procesar la pregunta y cuando por fin pudo deshacer el embrollo se había creado en su cabeza en cuestión de segundos, aceptó con un suave asentimiento.

Ambos subieron en silencio por las escaleras, manteniendo una distancia que Vegetta no comprendía pero que permitió, no deseando hacerlo sentir presionado y que saliera corriendo.

Aᴘᴜᴇsᴛᴀ [ꜰɪɴᴀʟɪᴢᴀᴅᴏ]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora