Adiós

8 2 9
                                    

No había podido dormir en toda la noche porque no sabía que sentía. No sabía que sentía, pero quería decírtelo todo. Quería decirte que estaba confundida. Quería decirte que te necesitaba y que luego podamos dormirnos juntos en tu cama, abrazados.

En ese momento pude haberlo hecho, pude haber corrido a tu casa a decírtelo. Tal vez hubiera evitado que vayas al lago ese día. Tal vez, hubiera evitado la desgracia.

Nunca fui como vos en ese sentido. Nunca seguí mi instinto. Vos siempre lo hacías. Querías salir, salías. Querías gritar, gritabas. Querías huir, huías. Supongo que luego de tantos años, caí en la cuenta de que mi sueño siempre habías sido perseguirte por todas partes, a ti y a tus locuras.

Me había despertado a media noche y había sonado la puerta. Estaba por bajar a abrir, pero mi madre se me había adelantado. Me asome por las escaleras y al ver un oficial parado en la entrada, me paralice. Primero había murmullos, luego escuche tu nombre y por último la puerta cerrándose.

Mi madre se dio vuelta con los ojos ahogados en agua y me observo desde lejos. Su rostro estaba más pálido que costumbre y sus manos temblaban.

—¿Dónde esta Sean? —pregunte.

Lo sospechaba, pero no quería escucharlo. Me temblaban los pies, mi cabeza retumbaba y sentía que me iba a desmayar. Mi madre no me respondía. Solo me observaba, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Mamá—insistí llamando su atención—¿Dónde está Sean?

Quería gritar, pero la voz no me salía. Intente pararme y no tropezar, pero ya había dejado de sentir mis piernas minutos atrás. Mi madre subió dos escalones observando el piso y suspiró.

—Lo siento. Lo siento mucho—un sollozo escapó de sus labios y se quebró en el medio de las escaleras—Es Sean...

No podía escuchar malas noticias ese día, no sobre ti. No entendía que pasaba, pero lo sentía todo. Como si tu cuerpo estuviera conectado con el mío. Como si todos mis sentimientos estuvieran conectados con los tuyos. Pero no sentía nada, solo sentía un agujero vacío.

—Tuvo un accidente. En el lago.

Luego de eso, no recuerdo mucho. Recuerdo que la vista se me nubló y horas después desperté en mi habitación con mi madre a mi lado. Me ofreció algo para tomar con la voz quebrada y los ojos rojos del llanto. Me obsequió un apretón de mano y lentamente se fue de la habitación.

Ese día lo recuerdo vacío.

Me pare de la cama. Me acerqué a la ventana y te vi, a lo lejos. Llevabas puesto ese saco que tanto me gustaba, que tan impregnado tenia tu olor. Me sonreíste, con esa sonrisa que podía parar el mundo. Me miraste por segundos que parecieron horas y luego desapareciste.

Desapareciste para siempre y contigo desapareció todo.

Cartas a un amigo.Where stories live. Discover now