Capitulo 26: Fin de año

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Catalaia Archer

No quería que me viera, no podía permitir que me abriera las piernas y mirara la deformidad que tenía ahora en lo que alguna vez fue el centro de su placer. Apreté los dientes y negué rotundamente con la cabeza. El era tan perfecto, que merecía tener igual perfección y ya yo no lo era. Quería tener suficiente autoestima como para abrirme ante él y no sentir pena, pero no podía tapar el sol con un dedo y lo más que sentía por mi cuerpo era pena y asco. Aún luchaba por no sentirme así, por creer que era hermosa como él aseguraba. Pero era una lucha que aún se me hacía más que difícil ganar.

— No..., no puedo.

— Muero por verte, no tienes idea de cuánto.

— No mueres por ver, créeme.

Levantó el vestido y había quedado paralizada al quedar expuesta ante sus ojos y posible juicio ante lo que estaba viendo. El se quedó mirando y no sabía descifrar qué pensaba o qué sentía al ver mi sexo tan mutilado. Bajé la mirada y comenté muriendo de la vergüenza.

— Me desgarraron varias veces, otros pagaban solo para satisfacer sus gustos sádicos torturándome y en cinco años, eso fue lo que quedó. No te atrevas a decir que es soy perfecta o que eso se ve atractivo porque no es así.

Nathaniel seguía mirando entre mis piernas y cuando intentaba cerrarlas, las volvía a separar. No respondió a lo que había dicho, al menos no con palabras. Al ver como si rostro comenzaba a descender hacia mi vagina una mezcla de nervio, vergüenza y al mismo tiempo deseo se había mezclado en mi interior. Su lengua rozó la hendidura de mi vagina con lentitud para luego tomar control de mis suspiros. Sus labios comenzaron a succionar mi clítoris mientras sus dedos entraban y salían de mi interior provocando que aquellla vergüenza se transformara en morbosidad. Quería que siguiera, que no se detuviera. Era indecoroso aceptarlo, pero tener su rostro hundido entre mis piernas, poder enredar mis dedos en su cabello mientras le pido que siga chupando, ver como me comía, con el placer y el frenesí que sus labios hinchaban mi clítoris era la sensación más placentera que había podido experimentar y que pensé no volver a sentir. Estaba en mi punto de ebullición, joder..., quería..., quería que me chupara más. Moví mi pelvis hacia su boca y dejando surgir el indecoro que llevaba dentro mordí mi labio inferior susurrando.

— ¿Solo eso das?

Haberle dicho eso, era haber retado la morbosidad que llevaba ardiendo en las venas. Me miró, sonrió y esa sonrisa me puso nerviosa. Retar a Nathaniel Archer era de alta peligrosidad y comenzaba a gustarme el peligro.

— Te gusta jugar con fuego...

— Me gusta quemarme.

Aquella lengua tenía el poder de hacer que mi sangre ardiera, mi corazón latiera fuera de sí. Mis músculos se contraían, mi interior se desbordaba y comenzaba a sentir como pronto me correría descaradamente. ¡Si! Más, quería más, lento..., despacio para que luego me chupara con ímpetu. ¡Me volvía loca! Sus brazos sujetando mis caderas, me tenía inmóvil, rendida ante su boca y esa lengua con artes oscuras y morbosas. Sus azules estaban oscurecidos, su rostro, enrojecido y su cabello húmedo y acalorado. Acercando sus dedos a mi boca dijo excitado.

— Prueba..., quiero que saborees la razón por la cual me traes loco.

Abrí la boca algo dudosa pero al mismo tiempo incitada por el morbo de probar sus dedos humedecidos con mis fluidos. Saborearme había abierto una nueva faceta en el sexo que no conocía, me atraía lo oscuro, lo indebido, lo que era prohibido. Me excitaba, tanto como tenerlo dentro de mi penetrandome una y otra vez como si de taladrar se tratase. Mi sabor era ligeramente salado con destellos algo dulcemente agradables. Quería más, mucho más de lo que me estaba dando en aquel momento. Quería sentir la adrenalina de ser expuesta, necesitaba violencia con un frenesí incontrolable, tan incontrolable que cada vez se me hacía más difícil disimular aquellos deseos que me atormentaban. Por unos segundos me había petrificado, no podía moverme y solo sentía como mi clítoris experimentaba un intenso calor, era la gloria, estaba en el paraíso aquel momento. Me había corrido y como un sediento al encontrar un oasis, lleno de regocijo, bebía de mis fluidos y yo sentía que ya mi cuerpo y mi autocontrol no existía.

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