Capitulo 34: guerra a la inseguridad

3.3K 422 29
                                    

Catalaia Archer

Como pude me lo saqué de encima y casi corriendo fui a la habitación. Era un hecho que estaba igual de acalorada pero la pena era más fuerte que mis deseos sexuales. No sabía que era más fuerte, si mi vergüenza por mi cuerpo o sentir pena por no ser la misma de antes. Tenía como esposo al hombre más codiciado por las mujeres, un hombre viril, semental, voluptuoso y grande en todos los sentidos. Me detuve a mirarme al espejo y lo que veía para nada era de mi agrado. Había logrado ser ante todos una mujer fuerte, tenía todo el coraje para enfrentar a Odette al punto de crear una mafia pero ante Nathaniel era todo un fracaso. Buscaba ese empoderamiento que podía usar en contra de Odette, de Roxana y del mundo pero no lograba usarlo con Nathaniel. Tenía que estar alcoholizada para poder ser la Catalaia de antes y eso, me hacía sentir como todo un fracaso Nathaniel entró a la habitación con el rostro confundido y yo rápidamente sequé mis lágrimas intentando recomponerme.

— ¿Podemos hablar?

— Creo que si es necesario. Estaba pensado, en algo que aunque ninguno de los dos lo ha tocado, está ocurriendo.

— No quise hacerte sentir mal.

— Sabes cual es el problema, que intentaste hacerle el amor a una mujer que ya no existe.

— Cata, te dije que podía esperar. Si quieres que mantenga la distancia, solo tienes que decírmelo.

— ¡No! No puedes esperar toda una jodida vida. Yo no puedo sentir esa tensión de tener un marido y no poder follar con él cuando se pone duro porque simplemente no puedo quitarme la puñetera ropa ante él. No intentes minimizar las cosas porque aunque lo hagas, no dejarán de crecer como una jodida avalancha. Tengo que estar tomada para no sentir vergüenza y poder tener sexo. ¡Estoy harta!

Intentado buscar puntos medios el respondió comenzando a sentirse algo alterado.

— Catalaia, nadie dijo que sería fácil. Si tengo que abstenerme, lo haré. Pero no minimizo nada. Eres mi esposa y lo único que quiero es tenerte conmigo. Aunque a veces comienzo a creer que tú no quieres lo mismo.

Ya yo no sabía ni qué quería. Veía mi matrimonio cada vez más frío y monótono. Nos estábamos perdiendo mutuamente, él era fuego y en aquel entonces yo era como un enorme trozo de hielo que no importaba cuantas veces fuera expuesto al calor, no se derretía. Estaba desesperada, me sentía cada vez menos mujer en el ámbito sexual. Quería luchar por nuestro matrimonio pero nunca se ha visto un matrimonio que salga adelante cuando el sexo es nulo total.

— Seamos realistas. Ninguno de los dos ha querido tocar el tema pero el que no lo hagamos no significa que no esté ocurriendo. Nuestro matrimonio va en picada.

— Eso no es cierto

— ¡Si lo es! Contadas son las veces que hemos tenido sexo. Apenas nos vemos, estamos más gélidos que nunca y eso no puede pasar desapercibido. Te dije en un principio que lo mejor es separarnos, un matrimonio no solo sobrevive de amor y eso está más que claro entre nosotros.

Nathaniel pasó de tener cara preocupada a tenerla enojada. Caminaba de lado a lado y cuando su rostro se tornaba rojizo era que un volcán estaba a punto de hacer erupción en su interior. Estaba aguantando explotar y creo que eso era mucho peor. Sus ojos se oscurecieron, tanto que ya no se podía distinguir el color en ellos. Apretó tanto su mandíbula que su quijada levemente quedó marcada. Me miró con ganas de estallar y respondió casi vociferando.

— ¿Sabes que? ¡Estoy harto! ¡Harto de todo y de todos! Estoy cansado de tratar de hacerte ver de todas maneras que nada para mi ha cambiado en ti, sigues siendo la misma mujer que amo. ¡El físico no me importa una mierda! Estoy hastiado de tener que escuchar como te menosprecias y que yo haga lo que haga no sirve en lo absoluto. Y cual es tu puñetera solución, ¡Separarnos! Me encantaría que tuvieras el mismo ímpetu por nuestra relación como lo tienes por darte aires de mafiosa cuando el título, ¡TE QUEDA GRANDE!

Catarsis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora