20. ¿Y no lloraba ahí adentro?

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POV ALBA 

Han pasado dos semanas desde que me despertó mi hija de madrugada porque le dolía la tripa. Estamos a finales de noviembre y el frío se hace sentir.

La relación con mi hija no ha parado de mejorar desde ese día. Me han invadido imágenes con ella de antes del accidente y eso me ha ayudado mucho, aunque, sé, que, si no hubiera tenido esos fogonazos de mi memoria, estaría igual con ella, porque esta niña es un amor y hace que la adores en cuanto la conoces un poco. Como ya me dijeron Natalia y Marina, si no recuperaba la memoria iba a aprender a quererla otra vez, como así ha sido.

También han transcurrido dos semanas desde el altercado con Natalia en la cocina. Por un momento fue horrible. No era ella la que me estaba agarrando, no era su olor ni su piel. Solo quería escapar de ahí. Pero mi mujer no se rindió. Siguió hablándome, hasta que poco a poco empecé a reconocer su voz. Esa voz que siempre ha conseguido calmarme. Desde ese día, y gracias a Manu, cada vez que me toca, sé que es ella, su olor ha vuelto a ser su olor y su piel, su tacto, también han vuelto. 

Manu, el psicólogo al que me recomendó el neurólogo ir, me está ayudando mucho. 

Lo llamé el mismo día que mi hija se puso mala. Esa tarde, mientras la peque se echaba descansaba un poco, Natalia me ayudó a dar ese paso. La primera cita fue al día siguiente y ya, he ido a 4 sesiones. Desde que empecé me siento algo mejor. Estoy aprendiendo a controlar los ataques de ansiedad ante las imágenes que me asaltan. 

Los flashes que se me presentan son totalmente confusos. Veo imágenes de personas que no sé quienes son, oigo voces y huelo perfumes que no reconozco. Todo es muy confuso, pero al menos, estoy aprendiendo a controlar mis reacciones ante ellos. Estoy intentando que no influyan tanto en mi día a día. 

No puedo controlar cuando me va a venir un, supuesto, recuerdo. A veces, es una imagen en la televisión, a veces, es en medio de una conversación con cualquiera de las chicas. No tengo una forma para controlar que no me pase, pero tampoco tengo una forma de estimular esos recuerdos, aunque esto último, tampoco lo haría. Cada día, tengo más claro que estos últimos años no merece la pena recordarlos. 

Manu, en cada sesión me repite que no puedo construir un puzle si no tengo todas las piezas y que éstas irán llegando pero que, cuanto más me agobie, menos voy a recordar, pero es que yo no quiero recordar. 

A veces, me despierto después de haber soñado estar en una discoteca , con una copa en la mano y bailando. Mi mujer no está por ahí, tampoco María, ni Sabela o Julia. Ni nadie que reconozca. No sé si son sueños o son recuerdos. Otras veces estoy en una cafetería, tomando un café con alguien más, que tampoco sé quien es. 

Lo peor, es cuando me veo con Sofía, a ella si la reconozco, de cuando la vi en la cafetería con Natalia. Me veo riendo con ella, besándome con ella y me doy asco de mi misma, por mucho que Manu me regañe por juzgarme así, pero no lo puedo evitar. 

Manu me ha pedido que en la próxima sesión vaya con Natalia. Ya se lo he dicho y está encantada de acompañarme. Así que en dos días, iremos juntas a su consulta. No sé que esperar de esa sesión. No sé si voy a tener que escuchar como era mi matrimonio, porque si esa es la idea de Manu, no me va a gustar. No quiero saberlo. ¿Cómo no me voy a dar asco? ¿Cómo me voy a quedar tan tranquila sabiendo que le he hecho eso a mí mujer?

- ¿Nat? - la llamé. Estábamos las dos en el sofá, acurrucadas una contra la otra. Mi espalda contra su pecho. 

Esa mañana, aprovechando que, aunque estaba a punto de empezar diciembre, hacía un día de sol increíble,  y, además, que yo había empezado a querer salir a la calle, algo que dejé de hacer cuando empezaron los flashes esos en mi cabeza, habíamos estado en el parque. Mi hija había disfrutado allí como nunca, al menos que yo recordase. Se había subido en todo lo que había allí, columpios, toboganes, una caseta en forma de barco pirata... Yo había disfrutado mucho de verla así de contenta. Al llegar, tenía arena hasta en las orejas, así que, mientras Natalia la bañaba, yo hice la comida. Una sopa de verduras  y pastel de berenjena. Ya me he aclarado con la cocina y, la verdad es que me gusta más que antes, bueno, que lo que yo recuerdo que me gustaba.

¿Te atreves a recordar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora