Debes llevar uno.

1.6K 187 21
                                    

Escote corazón de encaje, cintura vasca, tul de diez capas y un lazo en color ceniza en la cintura.
Me miro en el espejo y me dan ganas de llorar.

—Señorita Steele, está... —la dependienta deja la frase inacabada y me dedica una sonrisa de admiración—. Parece estar hecho para usted. Ni siquiera hay que meterle el bajo.
Es el vestido perfecto. Si buscara uno no lo encontraría igual.
Me obligo a quitármelo a desgana y se lo devuelvo a la dependienta que sigue con una sonrisa en la cara.

—Encontrará lo que busca, señorita. Ya verá.
Sonrío amable y asiento.
Salgo del enorme vestidor con mi segunda copa de champán en la mano y le doy un trago.
Christian se levanta de un ágil salto de su trono blanco y viene hacia mí.

—Ese último vestido no me lo has enseñado. ¿No te gustaba?
Niego dejando la copa vacía en una bandeja de plata.

—No, prefiero el mío, de verdad.
Bufa. Pone dos suaves dedos en mi barbilla y me levanta la cara hasta que nuestros ojos se enfrentan.
—Cariño, no sabes mentir.
Hago una mueca de disgusto.

—No es justo —me quejo como una niña pequeña—. Ese vestido es precioso. Claro que me gusta. Me encanta. Pero no puedo comprármelo. Es demasiado y desentonaría totalmente con toda la boda.
Cojo mi bolso con frustración y me yergo al lado de Christian.

—Oye, se suponía que debía ser divertido —dice abrazándome.
Su cuerpo me reconforta y dejo que me consuele.

—Lo ha sido —digo más animada y le sonrío—. Me he probado muchos vestidos y nos hemos reído mucho de los más feos y pomposos. —Se ríe y asiente—. Además de que creo que estoy un poco achispada por el champán —afirmo mirando la copa con desconfianza—. ¿Seguimos? Solo me quedan los anillos y podemos volver. No quiero entretenerte más.

—Estoy de vacaciones, ¿recuerdas?
Entrelaza nuestras manos y salimos juntos de la tienda.

—Me extraña que no estés en alguna playa paradisíaca con alguna chica preciosa haciendo toples en un yate.
Sonríe placenteramente mirando al cielo imaginándose la idea.

—Serían unas buenas vacaciones, sin duda. ¿Por cierto? ¿Qué tienes pensado para la luna de miel?
Miro al frente de nuevo.

—Jack tiene mucho trabajo, lo haremos cuando podamos.
Nada más decirlo sé que no sueno convincente.
Christian detiene los pasos en la puerta de una joyería que ya desde fuera parece muy lujosa.
—Am... ¿podemos...?
Christian vuelve a empujarme.

—Vamos, tiene precios muy normalitos.
Me río con ironía.
Nada más entrar un hombre joven y muy guapo viene hacia nosotros con una expresión servicial en la cara.

—Buenas tardes, señor Grey. Me alegro de volver a verle.
Miro a Christian extrañada.
¿Qué compra aquí? ¿Joyas para algunas de sus amantes?
El estómago se me revuelve.

—Ella es Anastasia Steele —me presenta y el hombre se deshace en sonrisas cargadas de números que le aportaran buenas comisiones.

—Me llamo Matteo y soy el gerente. ¿Puedo ayudarles en algo? —suelta la frase de bienvenida bien ensayada del tirón.

—Buscamos alianzas de boda.
Al chico se le iluminan los ojos.

—Vengan por aquí, por favor. —Nos señala el camino enmoquetado hasta el mostrador de vidrio que rodea toda la tienda y expone exquisitas piezas.
Me apoyo con cuidado en el vidrio con miedo a que se rompa y Christian se pone a mi lado apoyando un codo. Se cuelga las gafas en el cuello del polo y me guiña un ojo.
Aún con ropa casual se nota que es un hombre importante, destila poder y clase en cada gesto independiente de como vista. Yo voy bastante arreglada; una falda de tubo gris y una camisa blanca. Aún así, Christian no puede evitar atraer todas las miradas. Sin ir más lejos; la de una dependienta muy joven, impecablemente vestida de diseñador, con una melena rubia e impecablemente maquillada. Es muy de su tipo.

Campanas de boda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora