La boda de mis sueños.

2.6K 207 18
                                    

Los días pasaban en una nebulosa de sexo y amor. Adaptándonos a la nueva casa, la despedida de mi antiguo trabajo. Eran miles de pequeñas cosas nuevas pero las habíamos abrazado como pareja con muchas ganas.
Christian es el hombre perfecto. Siempre está ahí cuando le necesito. Para apoyarme, darme ánimos, consolarme. Lo dijo y es verdad que está completamente preparado para este paso. Para ser amigo, amante y marido. Para lo bueno y lo malo. He tenido algunos días de bajón. La gente está llena de envidia y no ve con buenos ojos que haya dejado al pobre de Jack y me haya comprometido inmediatamente con el buen partido de Christian Grey. Pero mi chico estaba ahí, para dar la cara por mi, para animarme y abrazarme hasta que volvía a entrar en perspectiva. Diciéndome una y otra vez cuanto me quiere.
Por eso sé que se volverá loco cuando...
Tocan a la puerta y el torbellino de Mia entra en la biblioteca. Detrás de ella entran mi madre y Kate.
Van muy arregladas. Demasiado diría yo.

—Pero... ¿adónde vais? —pregunto asombrada.
Mía viene hacia mí con un vestido largo, de color rosa pálido.

—Tu vienes también —dice y coge mi mano para levantarme de mi butaca donde leía un libro.
Mi madre sonríe con ternura la mirarme y coge mi otra mano.

—¿Qué es lo que pasa, mamá?

—Es el día de tu boda, cariño.
Me detengo en seco a la salida de la biblioteca y miro a las tres mujeres tan anonadada que me quedo sin palabras.

—Christian lo ha organizado todo para darte una sorpresa —señala Kate con una mirada soñadora.
Rebusca algo en su pequeño bolso y me tiende un sobre. El corazón me empieza a latir muy rápido. Lo reconozco.
En el dorso está escrito con una preciosa caligrafía: Elliot, Kate y Ava Grey.
Ay, Dios mío.
Abro el sobre y saco la invitación de entrada de cine. Los ojos se me llenan de lágrimas al ver la foto. Es una foto nuestra; yo tendría quince años y Christian dieciocho. Recuerdo que estaban terminando de recoger las uvas de la temporada y todos estábamos mirando embobados como las preparaban para fermentarlas. Ya era tarde, Christian me tenía abrazada desde atrás con la barbilla apoyada en mi cabeza.
Acaricio la fotografía con cariño y nuestros nombres. A un lado hay escrito:
Os invitamos a asistir a nuestro matrimonio en día 29 de Agosto, en la Masía Grey, a la 12:00 del mediodía.

—Dios mío. ¿Pero cuándo...? —pregunto mirándolas a ellas quienes se encogen de hombros sonrientes.
Mia engancha mi brazo y tira de mí hacia mi habitación.

—Vamos, arriba te están esperando para arreglarte —dice emocionada.

—Está todo precioso, cariño —canturrea mi madre—. El altar, las flores...

—No adelantemos nada, Carla. Ana aún no lo a visto.
Entro en mi habitación, y me quedo paralizada al ver la funda que cuelga de una percha en la puerta de mi vestidor.
Hay dos chicas más; una de ellas está preparando en mi tocador una gran variedad de maquillajes, la otra, tiene sobre la cama todo lo necesario para peinarme.
Mamá, Mia y Kate se adelantan y rodean la funda blanca con el nombre de Vera Wang en letras doradas.

—Vamos, Ana, ábrelo. Estamos deseando verlo.
¡Joder!
Es el maravilloso vestido que tanto me gustó.
Ay, tengo ganas de llorar.

—Oh, cielo, no llores. Es precioso lo que Christian a hecho.
Asiento varias veces limpiándome las lágrimas.

—Sí, ¿dónde está? —pregunto de pronto presa de los nervios cayendo de golpe en todo lo que está pasando.
Se miran entre las tres sin saber si estoy enfadada o feliz y yo solo sé que necesito verle.
Me doy la vuelta y salgo de mi habitación hacia su estudio.
Debe estar ahí.
Abro la puerta y Christian se gira como un resorte de la ventana y me mira con los ojos muy abiertos.

—Christian... —sollozo hundiéndome en mar de lágrimas y llanto.

—Eh, nena... —Me rodea con sus brazos con fuerza.

—¿Qué has hecho? —pregunto bajito contra su pecho.

—Pues organizar la boda que te mereces. Con todo lo que elegimos juntos. —Lloro aún más—. Cariño, pensé que te gustaría.
Me río y el pobrecito mío me mira como si estuviera loca.

—Y me gusta. Me encanta —sollozo—. Es que... jo, Christian, es que...

—¿Qué, Ana? ¿No te quieres casar?
Niego.

—Claro que quiero, más que nada, pero es que estoy muy sensible, y todo esto me ha pillado de sopetón. Voy a casarme con el hombre del que he estado enamorada toda mi vida, y vivimos en esta casa tan bonita, y voy a trabajar en lo que siempre he querido y... —suspiro entrecortadamente sacándome del bolsillo trasero de los vaqueros el pequeño stick—. Lo siento, puede que llore mucho y que después ría y después coma...
Christian mira el test de embarazo sorprendido hasta que los ojos se le llenan de alegría. Me mira con esa deslumbrante sonrisa y baja la mano hasta mi vientre.

—Estas embarazada. ¿Vamos a tener un bebé? —pregunta como si aún no lo creyera.
Asiento con una sonrisa.

—Sí, campeón, vamos a tener un bebé.
Se ríe volviendo a abrazarme y llenándome la cara de besos.

—Joder, Ana, como te quiero.
Acuno su preciosa cara en mis manos y le miro.

—No, yo te quiero a ti, Christian. Y te querré hasta mi último aliento.
Se inclina hacia mí y junta nuestros labios hasta fundirnos el uno con el otro.
A lo lejos se oyen campanas, las campanas que anuncian que uniremos nuestras vidas como marido y mujer para siempre. Como hemos estado destinados a ser desde hace mucho años. Desde que éramos dos mocos y él me tiraba de las trenzas y yo ponía cara de asco al verle comer espaguetis. Desde que le besé por primera vez, desde que me hizo el amor aquella noche.
Destinados desde que ambos nos entregamos el corazón y lo hemos mantenido fiel al otro hasta nuestro último día.

Fin.

Campanas de boda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora