Que no cunda el pánico

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Llevábamos casi una hora en la enfermería. Al llegar allí, una chica nos atendió y nos dijo que iba a por unos medicamentos, pero aún no había vuelto. Nora dormía y Paris no paraba de dar vueltas mientras susurraba: no puede ser, no puede ser... Sabía que preguntarle sería inútil, así que seguí concentrada en el cordón que tenía en la mano, al cual no paraba de hacerle nudos para luego deshacérselos.

No podía dejar de pensar en el sueño del sarcófago. ¿Tendría eso algo que ver con el ataque de Nora? ¿Y quién era el hombre que aparecía en el sueño? Aún no había olvidado que apareció en mi habitación justo el día que cogí el vuelo para venir aquí.

Mia entró en la sala.

―Doctora Morgan, me duele un poco la cabeza. No tendrá por ahí algunas pasti... ―al ver a Nora, se paró en seco.

―Oh, dioses... ―dijo mientras se llevaba las manos a la boca― ¡Nora! ¿Qué te han hecho?

Mia corrió a su lado y, arrodillándose, le cogió la mano.

―¿Qué te han hecho? ―repitió sollozando.

Ya no llevaba el vestido rojo; en su lugar vestía un pijama azul de franela y unas zapatillas de estar por casa. Parecía muy afectada por Nora, cosa que me pareció extraña. Según me había contado Thomas, ahora ellas dos se odiaban.

Paris la cogió de los hombros y la levantó del suelo.

―Escucha, Mia. No sabemos lo que le ha pasado ―le explicó él―. Tiene muy mal aspecto, lo sabemos, pero debes mantener la calma.

Ella asintió y abrazó a Paris. Él le devolvió el abrazo mientras le susurraba que todo iría bien.

En mi interior noté una punzada de celos, de la que hice caso omiso. Era normal que la abrazara: estaba al borde de un ataque de pánico. Intenté convencerme a mí misma de ello, aunque no tuve mucho éxito.

―Oye, Mia, ¿cómo es que ya no llevas el vestido rojo?

Mia y Paris se separaron, que era justo lo que pretendía. No podía soportar ver a Mia más tiempo en los brazos de Paris. Algo frío y hostil había despertado en mi interior. ¿Cómo podía abrazarla después de lo que ella me había hecho?

Ella se secó las lágrimas y contestó:

―Estoy castigada sin ir al baile. Solo me he vestido para no romper la tradición.

―Espero que Roger tampoco haya podido ir ―mi voz era distante y carente de emoción alguna.

Mia negó con la cabeza.

―Le han retirado el cargo de prefecto y está muy deprimido. No quiere hablar ni ver a nadie.

―Ya os está bien.

―¡Helen! ―Paris estaba sorprendido por mi comportamiento, al igual que yo― ¿Cómo puedes decir eso?

Me levanté, dominada por la ira. Primero abrazaba a Mia y luego, la defendía a ella y a Roger.

―¡¿Qué cómo puedo decir eso?! ¡Mia mandó a Roger para que me violara! ¿No te parece motivo suficiente?

La rubia abrió la boca para decir algo cuando un grito que provenía de fuera la interrumpió.

Los tres salimos corriendo de la enfermería, que estaba situada al lado de la puerta principal. Cuando salimos al exterior, vimos que la multitud miraba algo y soltaba gritos de terror.

Apartamos a la gente hasta llegar al centro del corro. Lisa estaba llorando y no paraba de gritar mientras sostenía el cadáver de Mark, que estaba ensangrentado y masacrado. Ahogué un grito de horror y me llevé las manos a la boca. ¿Quién podría haber hecho algo tan horrible?

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