quarante et un

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Los labios del señor Bellerose vagan con suavidad exquisita sobre la mejilla de su amante, arrastrándose en delicados besos hacia su mentón, bajando por la curva que lo dirige hacia su cuello mientras Hellene intenta abrir la puerta de su departamento aun cuando le tiemblan las manos y le late muchisimo el corazon en el pecho.

La cena ha terminado bastante bien, de manera excelente en realidad, y a pesar de que las personas continuaron haciendo acto de presencia para admirar al pintor, Hellene consiguió la suficiente atención por parte del artista como para sentirse mejor, sobre todo porque ha podido visualizar el brillo de orgullo creciente en aquellos orbes azules impresionantes, dando a entender que la alegría que le provoca el ver que todos su esfuerzo está dando frutos.

—¿Crees que a tu madre le parezca incorrecto que duerma contigo esta noche?— Pregunta el rubio, cerca de su oído, provocando que a Hellene se le escape una risa mientras entran al piso.

La muchacha se encoge de hombros suavemente y se aparta tan solo para colocar la llave sobre la mesada mientras Luke cierra la puerta detrás de ellos.

—No lo sé, creo que debería preguntarle— Sugiere sin muchos problemas, en realidad está un poco encantada con la idea de que él se quede con ella. —De seguro está despierta, déjame avisarle que ya he llegado y le pregunto de paso.

—Está bien, Godiva. Aquí te espero.

Hellene aprieta los labios para disimular la sonrisa que se le cuela por los labios  en ese momento, y se marcha en dirección hacia la habitación de su madre. Toca la puerta cerrada con suavidad y gira el pomo para poder ingresar. Sus ojos se enfocan en su progenitora, que se encuentra recostada en la cama, dándole la espalda con toda la calma del mundo.

Hellene respira pensando en que está dormida, y se acerca con cuidado para darle un beso en la coronilla. Sin embargo, y cuando Hellene le acaricia la piel del brazo desnudo, se encuentra con que está terriblemente fría, y que en realidad su madre no está respirando.

—¿Mamá?— Inquiere.

La voz le tiembla al igual que todo el cuerpo, el corazón le late con fuerza en el pecho y la cena de esa noche se repite en su estómago una y otra vez provocando que crea que va a vomitar, pero no lo hace. Las lágrimas empiezan a salir de sus ojos sin consciencia y no tiene idea de como lo hace, pero gira el cuerpo de su madre con la intención de ver si solamente está dormida, que todo es impresión suya y que solamente se está volviendo loca.

—¿Ya preguntaste, Godiva?

La presencia del señor Bellerose la toma por sorpresa, llega a espantarla incluso, ocasionando que pegue un respingo en su posición y se gire rápidamente hacia él.

—Oh Dios, llama una ambulancia— Demanda con alteración, las palabras ni siquiera se le entienden, pero luce lo suficientemente alterada para que el pintor se acerque en un par de zancadas.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucede?

—¡No lo sé, no lo sé! No está respirando, Luke. No está respirando. 

Se atraganta con su propia saliva al decirlo en voz alta, y es una verdadera suerte que el señor Bellerose consiga guardar la calma que Hellene ha perdido para poder llamar al número de emergencia y pedir auxilios inmediatos. Hellene se quiebra mientras tanto, meneando el cuerpo sin vida de su madre entre sollozos mientras siente cómo el alma se le hace añicos y las lágrimas caen como cascadas de sus ojos.

Resulta ser bastante doloroso para el pintor observar como su Godiva agoniza ante el fallecimiento de su progenitora, y a pesar de que no tiene demasiado seguro qué puede hacer para aplacar la agonía que ella está sintiendo, cree que lo mejor que puede hacer es acercarse a ella y tomarla entre sus brazos.

Hellene lo mira con los ojos quebrantados y a Luke se le destroza el alma al presenciar el suplicio que se refleja en ellos. Queda destrozado, se le hace imposible el no llorar junto a ella de paso, completamente empático, sintiendo el mismo dolor de Hellene arder en sus entrañas de la forma más miserable de todas.

Los paramédicos llegan en un instante, el mismo Luke les abre la puerta y resulta devastador como intentan reanimarla una y otra vez, y no sabe qué es más devastador, si el llanto de Hellene que se le escurre por los oídos y lo desbarata por completo, haciéndolo sentir como un espejo caído cuyos pedazos de cristal han quedado destrozados en miles, millones de pedazos; o los pitidos y las precauciones de los paramédicos que hacen todo lo posible por revivir a la anciana. Pero no hay sentido alguno ya, porque la mujer se ha ido, y los enfermeros le dan esta lamentable mirada a ambos que provoca que Hellene quiera vomitar, y quizás lo hace, tal vez ella en serio corre hacia el baño y descarga todo su estomago mientras Luke corre hacia ella y le sostiene el cabello y la espalda mientras ella pierde el alma en el inodoro.

Y la ve derrumbarse, y por primera vez no encuentra metáfora artística que pueda aliviar el dolor que su Godiva está sintiendo, nada podría sacarla de aquella tristeza que él mismo sabe que la aborda y la hace sentir asfixiada, y le duele la impotencia, el no poder hacer nada por ella.

La ayuda a ponerse de pie hacia el lavamanos para lograr que se enjuague la boca, y es en ese momento que uno de los paramédicos se acerca para darles la definitiva y mala noticia de que no han podido salvarla, y para Luke ese es el peor instante de su vida, y ni siquiera puede pensar en cómo se encuentra Hellene, que se derrumba y se hace escombros delante de ellos.

El sujeto menciona algo sobre llevarse el cuerpo a la morgue municipal y que eventualmente recibirán una llamada para ir a organizar todo lo que tiene que ver con ello en conjunto al funeral, si es que desean hacer uno. Hellene no tiene oídos para ello, y es el señor Bellerose el que se encarga de darle al enfermero lo que necesita antes de marcharse con el resto de su equipo y el cuerpo de la ahora difunta madre de Hellene.

Luke cierra la puerta cuando se van, ni siquiera sabe cómo es que ha podido hacer que sus piernas se dirigieran hacia allá, en realidad, ni siquiera sabe cómo es que ha conseguido estar de pie por todo ese tiempo, y es que tiene la cabeza en blanco completamente, con la cabeza vacía, atónita, sin poder creer la fragilidad de la vida y el descaro del tiempo al no haberles dado un poco más.

Tal vez si no se hubiesen detenido esos minutos al salir del restaurante quizás habrían llegado a tiempo, o no. No lo sabe, la infinidad de posibilidades ha sido exactamente eso y ya no hay nada que se puede hacer.

Regresa hacia el cuarto, en donde se encuentra con una muchacha devastada en el suelo, encorvada sobre su propia espalda, con la mirada perdida y las lágrimas saliendo de ella una detrás de la otra sin esfuerzo alguno. Ni siquiera parece que respirar, él subir y bajar de sus hombros es casi imperceptible mientras se abraza a sí misma y agoniza en su silencio.

Luke se acerca y se acomoda a su lado tan solo para atraerla y envolverla entre sus propios brazos, porque es lo único que puede hacer, porque no tiene letras de poemas nunca escritos para darle como consuelo, porque ahora mismo todo es tan negro como la noche que los aborda y tan devastador como la misma agonía.

Y es que Hellene se está destruyendo en su pecho, y lo cierto es que para él ella se ha vuelto su mundo y es capaz de darse cuenta como todo se derrumba a su alrededor.

—Hellene— Susurra, con las lágrimas cayendo sin siquiera darse cuenta, pero tiene sentido, está devastado, más al verla en ese estado.

—No entiendo cómo pasó— Dice en un susurro quebrantado, apenas es comprensible y al pintor le toma un minuto completo el organizar la oración en su cabeza. —Ya no me queda nada.

El artista respira con pesar y la abraza un poco más mientras le apoya la mano en la cabeza.

—Me tienes a mí, Godiva. Lo prometo.

Art Deco [#1] | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora