[2ª temporada ya disponible]
Lana Haros es una estudiante extranjera de intercambio en Corea del Sur que pronto conocerá a un grupo de chicos bastante especiales.
Si viajar a la otra parte del mundo no era suficiente, una sonrisa cambiará aún más su...
"— Prometo quererte para siempre. — No hagas promesas que no puedes cumplir, Hannie".
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Lana
Mirando atrás y escarbando entre recuerdos, siempre supe que debajo de mi exquisita realidad, un engaño escondía el hecho de que todo iba a destruirse con el paso del viento.
Estaba asustada de ser querida por quien era, porque ese engaño vivía en mi y engañaba a otros. Contábamos el tiempo como centavos que te encuentras en los bolsillos; pensando que era ligero, sorprendente e innecesario. Pero todo aquello nos hacía soñar, nos hacía sonreír y nos hacía vivir mirando hacia arriba.
Pese a que no conozco las reglas todavía, ese engaño me enseñó que hay que repartir el tiempo que se mira hacia arriba y el tiempo que se mira hacia el frente.
Ese engaño se llamaba eternidad, y yo me llamaba pasajera.
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Narrador externo
La camiseta de Chan estaba mojada. Lana se agarraba a su cintura y sollozaba contra su hombro. Ella intentaba no llorar, pero cuando pensaba que ya podía detenerse, volvía a asumir lo que había pasado.
Chan había aprendido a lidiar con la ansiedad con los años, y por eso, podía aliviar a otros. Estaba acariciando la cabeza de Lana y le ayudaba a controlar su respiración, asegurándose de no soltarle para no dejarle caer. Sabía que no había nada que pudiera decir para detener el dolor de la chica. Estaba viendo a uno de sus seres queridos sufrir, pero no podía curarle. Sentía que tenía las manos atadas, su corazón se rompía.
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A las cuatro de la mañana, el móvil de Chan comenzó a sonar dándoles un pequeño susto. Chan maldijo internamente, se había olvidado de apagar la alarma.
Estiró el brazo hasta alcanzar su mesilla. Cogió el dispositivo con su mano libre y detuvo el molesto sonido. En la pantalla de bloqueo se mostraban cientos de mensajes de los chicos y llamadas perdidas. Pasó el dedo pulgar por todas las notificaciones, parecían asustados.
— ¿Era la alarma de los entrenamiento? - Preguntó Lana. Sonaba agotada. No había dormido ni un solo segundo. Chan tampoco, puesto que había estado consolándole. No le importaba, porque estaba acostumbrado a no dormir.
— Sí, pero hoy no voy a ir.
Lana encendió la lamparita de la mesilla de su lado y se incorporó suavemente para apoyar la espalda en el cabecero de la cama. Chan imitó su posición.