No quiero vivir aquí

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Emilio POV

El regresó a casa fue silencioso, Joaquín se aferraba a mi mano mientras conducía y miraba fijamente por la ventana como si temiera que algo saliera de los arbustos, Alejandra me había dado la tarjeta de un psiquiatra, pues creía que mi castaño necesitaría ayuda profesional después de lo que vivió, también me explicó que los medicamentos que le administraron tardarían casi seis meses en desaparecer del todo de su sistema y que tendría que revisarlo al menos una vez al mes para asegurarse de que no tuviera efectos secundarios.

Temía que, al haberlo consumido por largos periodos de tiempo, afectara sus posibilidades de tener cachorros, sentía que le había fallado en cada aspecto posible, si perdía eso también, no tenía idea como lo arreglaría, él quería tener cachorros, quería una familia con niños corriendo por la casa, no podían arrebatarle ese sueño también.

― ¿Tienes hambre? Ale dijo que podías comer lo que quisieras. ―murmuré abriendo su puerta y acariciando su mejilla mientras sus acuosos ojitos se clavaban en los míos, asintió acurrucándose en mi hombro y suspiré tomándolo por las rodillas y la espalda para llevarlo dentro. ―Puedo ordenar pizza o preparar pasta ¿qué se te antoja? ―continué empujando la puerta con mi pie para cerrarla detrás de nosotros, pero al tiempo en que comencé a subir las escaleras se levantó de golpe mirando la entrada nervioso.

―Ciérrala. ―musitó ansioso.

―Está cerra...

―Con seguro, pon la llave. ―murmuró sin llegar a mirarme, asentí dejándolo sobre sus pies en el primer escalón, busque las llaves en mis bolsillos y puse el seguro en la puerta junto a la alarma que no creía haber usado antes.

―Listo, nadie podrá entrar. ―susurré acercándome a su lado de nuevo, asintió estirando sus brazos para que volviera a levantarlo. ―Llamaré a la policía cuando estés listo para declarar, nadie volverá a hacerte daño, cariño.

― ¿Qué les diré cuando pregunten por Eduardo? ―había intentado que no viera su cuerpo, pero Joaquín no era tonto, sabía perfectamente lo que había ocurrido incluso si había tenido un ataque de pánico en el proceso, suspiré subiendo las escaleras rumbo a mi cuarto.

―Les diremos la verdad, tienen que saber que te tenía secuestrado y que Uberto lo sabía. ―murmuré entrando a la habitación y acercándome a la cama. ― ¿Quieres comer ahora o prefieres descansar? ―sus ojitos me miraron curiosos, como si no comprendiera lo que acababa de decirle.

―Si les digo la verdad, van a llevarte lejos. ―bajé la mirada un instante y lo atraje a mi pecho con cuidado de no lastimarlo. ―No puedes dejarme de nuevo.

―Tarde o temprano van a encontrarlo, es mejor si hablamos antes de que lo hagan, si ocultamos todo esto, se verá sospechoso. ―susurré sentándome con él sobre mi regazo. ―No debes preocuparte por eso, mis abogados tomaran cartas en el asunto, no volveré a dejarte. ―por un rato nos quedamos en silencioso, hasta que su respiración se volvió acompasada y comprendí que se había quedado dormido, lo acomodé en la cama cubriéndolo con las cobijas.

Bajé a la cocina para prepararle algo de comer para cuando despertara y me aseguré de limpiar un poco la casa, no quería que viera las botellas vacías de alcohol, ni los rastros de desesperación que deje por todas partes, necesitaba que estuviera tranquilo y que volviera a sentirse seguro dentro de nuestra casa.

Alejandra me había explicado que estaba al borde de tener anemia, por lo que era importante que comiera bien, así que cocine una pasta sencilla con unas verduras al vapor, no tenía nada más en la alacena, a decir verdad, desde que él desapareció, solo comía sí Nikolas me llevaba algo a la oficina, así que la cocina se había quedado con las pocas cosas que Kath dejo la última vez que estuvo aquí, tendría que hacer el super lo antes posible.

CachorroWhere stories live. Discover now