NECESIDAD DE PERDÓN

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Justo a las once y veintiuno, el teléfono sonó. Maldiciendo por lo bajo la interrupción del sueño que necesito para poder sobrellevar el día de labor que, obligatoriamente tenía que soportar mañana. Antes de contestar la foto de Grace, me sonríe desde el marco con corazoncitos en la mesita de noche donde había dejado el aparato.

—¿Hola? — Silencio.

Repetí varias veces el saludo hasta que la falta de respuesta me hartó y cerré la comunicación, luego de corroborar de que la procedencia era desconocida.

Traté de retomar mi anhelado descaso, pero la sensación de saber que Grace me observaba desde el marco no me lo permite. Finalmente, me levanto con la esperanza de que un té caliente me calme lo suficiente y poder descansar. Y tal vez, sólo tal vez, podría acallar la mente, viendo una de esas viejas películas de drama que se transmiten a los insomnes como yo.

Una hora después estoy lamentando mi decisión, cuando veo que cada acción, cada palabra en la película, me trae a la memoria el recuerdo de una esposa que no supo respetar sus votos y sin decir palabra, se fue a buscar fortuna hacia otros derroteros dejándome una vacía esperanza de que regrese.

Ya sería tiempo de superarlo cuando recibí la notificación de divorcio, que firmé y devolví con la rabia contenida para no dar a entender que me dolió hasta tuétano. Y ya debería de superarlo cuando me enteré por terceros de que tenía un "nuevo amor" que exhibe orgullosa por sus redes sin la consideración de que dejó atrás a un hombre que, por lo menos merecía ser el primero en enterarse de que dicha relación había comenzado tres meses antes de la separación legal. Un año desde eso.

Apagué la tele casi sin darme cuenta, porque ya era suficiente de ver una pareja luchando por estar juntos. Y al final, escuché la alarma sonar haciéndome levantar una vez más con resignación. Y paso el día en el trabajo con la única esperanza de que terminara y poder ir a encerrarme una vez más a la casa. Mi refugio de un mundo al que no le importa lo que sufro.

Once y veintiuno de la noche y el teléfono vuelve a sonar. Grace está ahí, donde la dejé la última vez que la viera antes de acostarme. Su foto fue lo único que no se llevó y por Dios que no sé porqué la seguía teniendo ahí. No se lo merece, eso lo sabía, pero no podía. Me aferro en recordar su amplia y hermosa sonrisa, la que yo provoqué tras la cámara con el atrevido comentario que le dije.

El día se escurre entre papeles y papeles y tan sólo Nancy se acerca a traer más papeles. Callada y casi imperceptible, la mujer desliza la carpeta evitando interrumpirme. Pero no sé, si fue cosa del destino que jugó con ambos al provocar que nuestras manos se encontraran.

—¡Perdón! — exclama la chica con una nerviosa sonrisa que al caérsele las otras carpetas.

—No hay problema — le respondí ayudándola a recoger.

Su rostro que siempre estuvo oculto tras el manto negro de su cabello, al acomodarlo tras su oreja me permitió ver el fino rostro de una mujer de lentes muy bonita. Al levantar la cabeza, un par de ojos verdes me miraron con angustia y colocó las carpetas en su pecho a modo de barrera en espera de algún reproche.

No fui capaz de ello.

—Aquí tienes — Y una suave sonrisa se me dibujó en el rostro.

Más tranquila, ella toma los papeles restantes. Y agradece mi gesto y la nerviosa sonrisa se amplió hasta dejar ver una colección de perlados dientes que le iluminó el rostro y por un segundo, quizás dos, lo vi reemplazado por el de Grace.

Esa noche, la tele me jugó una mala pasada presentando una comedia romántica que al finalizar me dejó un amargo sabor en la boca. No porque terminara mal, sino porque el beso de los protagonistas me pareció excesivamente largo.

Sobre las Pesadillas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora