Capitulo Dos

118 27 5
                                    

Plann

No he estado viviendo dando tumbos de un lado a otro desde que tomé la decisión de marcharme. No voy a negar que al principio, cuando paré en esa habitación de motel donde estuve solo por tres noches, me sentí perdido en muchos sentidos, especialmente en emocional.

Estar solo, sin Mean, sin escuchar su voz, sin sentir sus manos acariciando mis mejillas, enredándose entre mi cabello, en mi espalda haciéndome sentir seguro cuando nos íbamos a dormir, ha sido duro. He tenido que aprender a vivir con ello porque fue decisión mía, unicamente mía, dar el paso hacia el rumbo que en aquel momento me pareció correcto.

Ahora, algo así como un año creo después, no habiéndome fijado tampoco en el tiempo transcurrido, trabajando en el mismo puesto de siempre y volviendo a casa siendo mi vida monótona, vuelvo aquí de donde me marché.

Todo a primera vista parece estar igual. Tan tranquilo, sin haber cambiado demasiado el lugar donde tanto viví aunque no lo parezca con Mean. Acercándome hasta la puerta del que fue nuestro hogar, no teniendo ya ni la copia de mi llave, me dispongo a llamar al timbre, una sola vez para no ser demasiado molesto por supuesto porque eso es lo último que quiero.

El silencio.

Ni pasos, ni un "ya voy", "un momento". Nada más que el silencio es lo que reina aquí aún llamando una vez más. Cerrando los ojos, descansando mi frente contra la puerta por unos segundos, me aparto de esta al notar una mano sobre mi hombro, obligándome a girarme para ver de quien se trata, seguro por supuesto de que no es quien no se porque supuse que todavía vivía aquí, sintiéndome estúpido por ello.

— Disculpe señor le he visto venir hasta esta casa y antes de que siga insistiendo debería saber que aquí donde está llamando ya no vive nadie —miro al joven, confuso por un momento aunque es más que evidente —los dueños de este apartamento se fueron hace mucho tiempo.

Ya veo que no sabe ni quien soy yo.

— ¿Sabe cuanto hace que se fueron de este lugar?

— Uno de ellos no lo se —supongo que eso va por mi —el otro se fue creo que hace un año, tal vez más, con maletas y cajas que mi padre le ayudó a cargar junto a otro chico que le ayudó también y parecía amigo suyo.

— ¿Iba con una niña?

El chico en cuestión parece pensarlo por un momento, fijando nuevamente y no mucho después su atención en mi.

— Iban ese chico que le acompañaba y él —asiento despacio —lamento no poder darle las respuestas que quiere. ¿Ese bebe que menciona es hija de él o conocida suya?

Mirando al chico, agradeciéndole por la ayuda, me despido sin darle más respuestas y menos la de esa pregunta, yendo nuevamente hacia la calle. Al igual que el apartamento la guardería también se encuentra cerrada.

Y supongo que Mean habrá tomado esa decisión para no tener una mala vida por culpa de mis decisiones.

Subiendo al coche en el que he venido, siendo prestado por uno de mis compañeros de trabajo por este rato que iba a tardar en venir aquí aunque haya sido en vano, conduzco de regreso hasta mi casa, hasta esta que en alquiler vivo, aparcando cuando finalmente llego.

Apagando el motor apoyo mi frente en el volante, cerrando por unos segundos, largos, los ojos. Necesito pensar, calmarme, concentrarme y aceptar que era obvio que no iba a encontrar a Mean.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y he de asumir esta realidad en la que vivimos todos, sobretodo nosotros. Bajando ahora del coche, cerrándolo con la llave que guardo en el bolsillo de mi pantalón, vuelvo a casa, subiendo los pocos escalones hasta que llego a mi honesta vivienda.

Busco, parado frente a la puerta, mi llave por cada uno de mis bolsillos encontrándolo en el trasero derecho. Metiéndola en la cerradura, girándola dos veces porque siempre cierro con llave, abro la puerta ya si pudiendo entrar en casa.

Dejo mis deportivas a un lado, cerrando casi al mismo la puerta, camino por el no tan amplio espacio aunque si lo suficiente, no siendo tan diferente a mi anterior vivienda, sentándome en el sofá.

Estirando mis piernas, quedando bajo la mesita de centro que ya venia con la casa como casi todos los muebles, cierro un momento los ojos, no tardando en volver a abrirlos cuando siento el ligero peso en mis piernas, el áspero tacto de la lengua del pequeño perro que adopté hará como un mes y al que llamé Rain. Acariciándole, pienso en que gracias a este pequeño perro no me siento tan solo, aunque obviamente no es igual que una compañía humana, teniendo como ventaja que no discutimos y que las decisiones que ahora tomo no harán que de el mismo paso que yo di.

— Rain, eres lo único que me queda —el cachorro tan solo se acurruca, ignorando mis palabras —aunque vivas en tu mundo de perro es la verdad.

Y desde luego que es la verdad.

Tumbándome, manteniendo al pequeño perro sobre mis piernas ahora dormido, cojo mi móvil revisando por si tengo alguna notificación nueva que tener en cuenta.

Un mensaje de mi compañero de trabajo recordándome que mañana le devuelva el coche, publicidad de cosas que no me interesan y borro por eso mismo, otro de mi madre diciéndome cosas sin sentido que también ignoro porque solo me escribe o llama por interés, no queriendo saber nada de su nieta por supuesto aunque no podría darle información de Kanda porque yo tampoco se nada de esa niña que me imagino seguirá viviendo bajo el cuidado de mi ex novio aunque ese chico me dijese que no había ninguna niña con él cuando se mudó.

Cerrando la conversación de mi madre, la cual dejo tal cual, abro el chat de Perth, a quien en todo este tiempo no he hablado, así como él a mi tampoco.

Pienso, escribo, borro, vuelvo a escribir, y no se realmente porque le envió al amigo de mi ex pareja si sabe donde se encuentra Mean, si está bien, si es feliz, si está con alguien que le haga feliz y no le vuelva loco como hice yo.

Aunque siempre le quise mucho y no pensé que ocurriría eso.

Bajo su nombre, de un segundo a otro, veo como de no haber nada más que la última conexión ahora aparece que está en linea y escribiendo un mensaje que realmente no me esperaba que llegaría hacia a mi.

Aunque también puede ser que sus palabras sean para que no me meta donde nadie me llama, que ya no es asunto mio cuanto suceda en la vida de Mean por lo egoísta que fui. Dejándolo tal cual está, estirando mi brazo hacia la mesita de centro, busco algo que se que no está aquí, ese anillo que iba encaminando nuestra relación a un matrimonio que por mucho tiempo que pasara se que no ocurrirá.

Porque no me lo merezco.

No pensando más en ello, estando mi móvil hasta hace un segundo con la pantalla a oscuras, siento como este vibra, notificando que la respuesta de Perth ya ha sido enviada, recibida en mi móvil. Desbloqueándolo, sosteniéndolo con firmeza, lo miro, aún temiéndome lo que bien pienso que me dirá, leyendo ahora cada una de las palabras escritas.

SoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora