Capitulo Cinco

115 27 4
                                    

Mean

Me siento ahora mismo confundido con Perth, con mi mejor amigo, porque no es capaz de responder a una pregunta tan sencilla como la que le he hecho.

¿Tan difícil es responder a una pregunta tan sencilla como la que he formulado? ¿Es tan complicado decir de quien es una carta que estás sosteniendo entre tus manos?

Dudo simplemente que no sea de alguien en especifico, que no sea de nadie porque de alguien debe ser.

— Yo no puedo decirte de quien es —se pone en pie —esto es mejor que lo veas por ti mismo amigo. Yo tengo que irme ahora.

La carta está en mis manos tan rápido como mi amigo se marcha, cerrando la puerta al menos cuando sale, dejándome tan confundido por su forma de actuar, habiendo cambiado tan rápido que no se ni que pensar realmente al respecto.

Sentándome donde Perth estaba sentado hace relativamente poco miro el sobre con calma, aunque me sienta justo lo contrario, tan inquieto por todo esto, por esta carta o quien sabe que pueda llegar a ser, desconociendolo porque todavía no la abro.

Soy demasiado paciente con muchas cosas, muchas personas, tanto que a veces me sorprendo a mi mismo. Pero eso no hace que me gusten las situaciones como esta, pareciendo más una encerrona que algo positivo. Dándole vueltas al sobre entre mis dedos, sosteniéndolo bien en mis manos, me dispongo ahora a abrirlo. El contenido de este sobre es simple, no teniendo nada escrito por fuera que me facilite saber de quien es.

Por dentro, sacándolo ahora, es un único pedazo de papel lo que obtengo. Deslizo de forma que este se separa hasta quedar extendido ante mis ojos.

Está en blanco casi por completo, a excepción de esas palabras escritas con tinta negra, en el centro de la misma, siendo tan pocas que pienso que es una estupidez que se molesten en gastar tanto para tan poco.

Fijo mi atención por completo en esas palabras, quizá pocas para algunos, suficientes para otros. No se para mi si las puedo considerar como pocas o suficientes porque todo esto es demasiado extraño incluso para mi.

Una disculpa no es válida si no se da con el corazón. He sentido mucho rencor hacia mi mismo este tiempo. ¿Un año? ¿Qué es un año, que es una vida si uno vive mal por sus acciones? Podría pedirte perdón cara a cara o por escrito, pero siento que ahora ya no me merezco que aceptes esa disculpa por mi parte.

Disculpas.. ¿de que trata esto?

Se que esto no es de Perth, o al menos eso quiero pensar, porque me lo habría dicho a la cara. Existe la confianza suficiente en nuestra amistad para que no se ande con cosas así, para que me diga las cosas a la cara y no mediante una nota que simula ser una carta que evidentemente ni es, ni será nunca.

Y si no es de Perth, no se me viene a la cabeza quien más puede escribirme algo como eso, teniendo una necesidad de darme una disculpa, sabiendo que yo no le perdonaría tan fácil.

¿Quien pide una disculpa sabiendo que no será perdonado?

Arrugando esta falsa carta, no queriendo pensar más en las palabras escritas, hago una bola con el papel que ahora tiro en ese envase que tengo dispuesto para el reciclaje de este tipo de material, dejándolo ahora atrás en lo que voy a mi habitación, cogiendo mi móvil, dejando que mi cuerpo caiga sobre mi cama, manteniéndome así tumbado en lo que llamo a Perth para pedirle una explicación a ser posible valida con respecto a como se ha marchado y por supuesto esas palabras que acabo de tirar al reciclaje, aunque por supuesto no tengo interés alguno de darle un segundo uso en mi vida a algo así, de mantener a una persona que es capaz de dirigirse a mi de esa forma.

 — El número al que llama no se encuentra disponible —habla la robótica voz —enviaremos un aviso de su intento de llamada. Inténtelo más tarde.

La llamada se corta tras esa última palabra, tarde. Siempre tarde. Puede que sea tarde cuando Perth sea capaz de llamarme y darme una explicación, pudiendo ser que descubra al dueño de esas palabras.

Levantándome ahora de mi cama, no importándome que hora es, salgo de mi habitación, de mi apartamento en el momento en que cubro mis pies con esas zapatillas que tan cómodas son para darles un uso casi diario.

No se donde voy a dirigirme, porque no lo he pensado. Tampoco si estuviese decidido sabría por donde empezar a buscar al responsable de esa extraña pequeña carta.

Es esta situación como estar metido en un laberinto, en el centro del mismo. La sensación esa de saber que quieres salir pero para eso debes de buscar el camino correcto, eso es lo que siento en este momento. Son palabras que no tienen un camino concreto que pueda seguir. Es ese punto central en el que me encuentro ahora mismo, pudiendo avanzar pero sin saber en que dirección realmente hacerlo.

No vivo en una hora exacta ahora mismo porque no me he fijado en ello.

Las personas que pasan a mi alrededor viven sin ningún problema. No tienen quebraderos de cabeza por algo que no se mantiene en el pasado, que se mantiene si pero de una forma un tanto incompleta para mi mismo. Ellos viven en paz, yendo solos, con sus parejas, amigos, familiares.

Ese anciano que no está tan lejos y está acompañado por los que parecen sus nietos. Ese hombre seguro que no tuvo a alguien que le condicionase para decidir con quien quería pasar su vida.

Seguro que tampoco recibe extrañas cartas que no le permiten pensar en otra cosa.

Sigo por este camino, no fijándome en nadie más, no queriendo analizar que tipo de vida pueda llevar la siguiente persona con la que me encuentre. Simplemente sigo andando, cambiando mi rumbo en cuanto giro hacia la próxima calle, siendo no tan transitada aunque si hay personas por este lugar, yendo de aquí para allá.

No veo el sentido tampoco de ir de un lugar a otro sin saber a donde ir exactamente.

Yo estoy haciendo eso justamente y aquí estoy.

Estoy siendo quien soy. Alguien que recibe una carta extraña, una disculpa que no merece ser aceptada. Una persona que no se si es mi mejor amigo o simplemente otra que se ha equivocado o no tiene nada mejor que hacer para andar con este tipo de juegos.

¿Tan difícil es saber si se quiere que acepten el perdón de uno mismo?

Yo se quien soy y como soy y si realmente quisiese que me perdonasen trataría de ir de frente, no ocultándome tras un pedazo de papel y un bolígrafo de tinta negra que me sirva de pretexto para no dar la cara.

— Si esa persona quiere que le perdone solo tiene que dar la cara —me digo a mi mismo —no ser un maldito cobarde que se esconda de esta forma tan absurda.

Con la cabeza bien alta, respirando de forma profunda continuo por este camino sin un rumbo fijo, deteniendo unicamente el movimiento de mis pies en ese instante en que existe ese choque, ese impacto de esa extremidad del cuerpo que invade mi espacio para chocar conmigo y continuar su camino.

He detenido el movimiento de mis pies y ahora me estoy girando, dispuesto a ver a quien ha chocado conmigo, teniendo más que espacio suficiente para ir sin llegar a suceder eso, sabiendo que ha sido a propósito, más por la forma en la que por unos segundos esos ojos me miran, dejando de hacerlo igual de rápido que se marcha, quedándome solo y con la duda de si realmente es real lo que vi, o tan solo producto del cansancio y de unos recuerdos que no se mantienen en un pasado existente, un pasado que pone en entredicho quien soy y que es lo que fuimos.

SoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora