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La mano de Joel aprieta el cuello de Erick suavemente, enviado infinitos temblores hasta la fibra más escondida de su organismo. Se sostiene con dificultad de los bíceps de Joel, anhelando que una sus labios y lo bese con desenfreno. Exactamente terminó de bañarse hace cinco minutos, las gotas continúan descendiendo por su frente y pecho desnudo, perdiéndose en el borde de la toalla blanca.

—¿Vas a besarme? —pregunta en un hilo de voz. Su mirada es brillante, igual a dos gemas preciosas recién pulidas.

Joel acaricia su labio con el pulgar, jugando con la poca cordura que le queda a su gran amigo.

—¿Quieres eso?

—Deseo más que un beso —responde seguro y coqueto—, mucho más.

La nariz del mayor pasea por su mejilla húmeda, ocasionando que jadee. Con facilidad desbarata el nudo mal hecho, chocando su entrepierna con la de Erick, evidenciando la excitación propia y ajena. Su mano izquierda impacta contra el glúteo del ojiverde, arrancando un gemido que es apagado cuando junta con brusquedad ambas bocas. Succiona el labio inferior de Erick, con un certero movimiento introduce su lengua. Los infinitos suspiros que expulsa el menor causan problemas dentro del pantalón. Enrosca sus dedos en las hebras negras, jalando con un poco de violencia mientras acaricia la piel de su espalda baja y lo acorrala más a la pared.

Dejándose llevar por la pasión creciente, caminan a tropezones hacia la cama.

Joel detiene sus movimientos al escuchar que Erick maldice, justo cuando hunde sus dedos en el lado derecho de su cintura. Un golpe suave impacta contra su hombro; confundido se aleja.

—Carajo, Erick —murmura furioso, examinando la zona violeta—. Voy a matarlo de una puta vez.

—¡No!

—Pero... ¡Dios! ¿Cómo no me di cuenta? Qué estúpido soy.

Las manos de Erick sujetan sus mejillas y Joel termina posicionándose encima del menudo cuerpo cuidadosamente. Recibe varios besitos en todo el rostro, una mordida en su mentón y una tierna lamida en la punta de su nariz.

—No vale la pena, Joey. En serio.

—Pero esta fea mancha se burla de mí —bromea haciendo un puchero que Erick no tarda en besar—. Al menos deja que pueda contarle a Noah y los dos iremos a tirar huevos a su casa. Indirectamente diciendo que eso le falta. ¿Cuántos creen que se necesiten? Yo opino que deberían de ser toneladas innumerables.

La risa del menor llena el espacio de su corazón, un par de golpecitos muy suaves —hasta siente que un bebé le está golpeando— aterrizan en su nuca.

—Y tú eres el adulto —murmura juguetón, rodeando con sus piernas desnudas la cintura de Joel.

—Uhm. Técnicamente los dos, no me dejes la responsabilidad únicamente a mí que luego ocurren cosas graves.

Joel no sabe en qué momento comenzó a desnudarse, pero ya se está deshaciendo de su ropa interior. Dobla a la perfección cada prenda, colocándola encima de una silla porque de esa manera es más fácil encontrarla. No quiere recordar la última vez —que fue hace más de un mes— donde terminó golpeando su cabeza al querer meterse debajo de la cama. Al menos tendrá divertidas anécdotas para contar a sus hijos y nietos.

—Tampoco es como si fueras a destruir el mundo con un pensamiento.

—Sería bueno si acabara con el mundo de Patrick, pero solito se hará mierda. Joder. Hasta suena satisfactorio decirlo en voz alta.

Antes que Erick vuelva a reclamar por la mención a su exnovio, lo besa. Frota ambas erecciones, sonriendo internamente porque le gusta escuchar los gemidos ahogados de su pequeño amigo ante cualquier mínimo estímulo. Desliza sus labios por la piel sensible de su cuello, entreteniéndose en aquel lunar que adora. Muerde con suavidad los huesos resaltantes de sus clavículas.

Vírgenes hasta el matrimonio || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora