Capítulo III: ¡Maldito bastardo de vendas!

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Tenía que relajarse y concentrar sus fuerzas, el tipo frente a él le estaba tomando más tiempo del necesario. Cuando inicio el combate pensó que sería pan comido, regularmente no tardaba más de 15 minutos en el escenario, -y eso solo era para dar el espectáculo-. Pero cuando el hombre frente a él se lanzó sin consideración alguna recién sonó la campana, supo que tardaría más de lo habitual.

El tipo tenía mucha fuerza, lo confirmo cuando apenas logró esquivar un golpe dirigido a su abdomen que termino rozando su costado derecho, no obstante, Chuuya era veloz y ágil, y aunque detestaba ser bajo para la edad que tenía, en momentos como esos podía permitirse usar su baja estatura a su favor, por ejemplo, siendo escurridizo.

Se mantuvo esquivando los golpes con precisión por varios minutos, fijando su vista y tomando nota mental de los movimientos de su oponente; cuya estrategia consistía básicamente en cerrar el espacio del pelirrojo en un vago intento por acorralarlo. Pero Chuuya ya se estaba cansando, así que aprovechando la ligera distancia que tomo el sujeto unos segundos, lanzó una patada con fuerza al abdomen del tipo desequilibrándolo por completo, empuñó sus manos rápidamente y golpeó el rostro del otro. Unos segundos después, el sonido del timbre le hizo saber que todo había acabado.

Al bajar del escenario Shirase y Yuan lo esperaban eufóricos.

- ¡Maldita sea, Chuuya! - exclamó Shirase, acercándose al muchacho. - Por un momento creí que ese tipo iba a ponerle fin a tu marca de victorias.

- ¿Tan patético crees que soy como para dejarme vencer por un bastardo como ese? – bufó molesto Chuuya.

- No, no. Me refería a...

- No seas tonto, Shirase - lo riñó Yuan, incorporándose a la conversación, mientras le tendía un pañuelo al pelirrojo para que limpiara el sudor de su rostro. - ¿Cómo pudiste pensar en eso si quiera? Chuuya- san es el chico más fuerte que conozco, que conocemos - corrigió la muchacha.

- Gracias- murmuró Chuuya, quien ya se encontraba desesperado por llegar a su casa, tomar una ducha y dormir un par de horas.

- Bueno, el tipo estaba bastante grande, no me dejaras mentir - trató de excusarse Shirase. 

- Pero era un imbécil sin una buena estrategia.

- En eso tienes razón.

- Ya...– cortó el pelirrojo. - ¿Podemos ir a cobrar, ahora?

-Ah sí, vamos. Es por aquí – respondió Shirase mientras tomaba la delantera para empezar a caminar. Chuuya y Yuan simplemente le seguían el paso.

- Chuuya-san- llamó la muchacha tímidamente.- ¿Listo para una deliciosa sopa de miso?

-Ah bueno, veras... - dijo Chuuya, rascando un lado de su nuca  con nerviosismo. Estaba meditándolo. ¿Quería irse en cuanto le pagaran? Por supuesto, pero si lo pensaba bien no había tenido una comida decente en días ¿La chica le agradaba? Sí, claro, pero no le entusiasmaba seguir en compañía de Shirase. Pese a ello, el gruñido de su estómago dio la última palabra. - Creo que está bien- terminó por contestar, apenado.

- ¡Perfecto! - entonó con alegría la muchacha. 

- Entonces démonos prisa- habló nuevamente Yuan, mientras se atrevía a jalar suavemente del brazo del pelirrojo para apurar el paso de ambos. Buscando con ello, francamente, el contacto del muchacho. Chuuya le gustaba, era así desde hace ya un tiempo, le fascinaban sus cabellos rojos, su mirada azulina y la valentía con la que actuaba sin titubear. Antes de The Sheeps no había podido dirigirle jamás la palabra al pelirrojo, de solo pensarlo su mente creaba una escena sumamente vergonzosa que terminaba con ella siendo rechazada, pero ahora con Chuuya en la pandilla, las posibilidades parecían cientos de puertas abiertas. Sabía de antemano que llegar al corazón del pelirrojo sería difícil, el muchacho casi siempre parecía distante, pero eso no la amedrantaba, sabía que podría, o al menos así quería creerlo.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora