❝Día 2❞

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──La mañana era cálida, Wilhemina había despertado una vez más sin el cuerpo de la canadiense a su lado, y por más que tocase la parte vacía del colchón, Amelia nunca aparecía.
Tras haber revisado unas mil veces sus redes sociales decidió levantarse de la cama de matrimonio y dirigirse a la cocina para servirse una buena taza de café.
Al frente suyo se encontraba la mesa de cristal, y encima la caja de terciopelo violeta que contenía 50 cartas, actualmente 49, la de la noche anterior estaba ubicada a 20 centímetros de la caja junto a servilletas arrugadas, una botella de vino con tres sorbos en su interior y una copa marcada de pintalabios carmín y con contenido de aquella botella. Recogió aquel desorden, incluidas otras zonas del salón por las que el torbellino de emociones de Wilhemina había pasado la noche anterior.

Se sentó en el sofá con su taza de café y se quedó observando a la nada.
Entonces, un recuerdo comenzó a divagar por la mente de la pelirroja.

-Flashback-

Amelia había recibido la llamada tan esperada hacía unos tres días, tras dos semanas de espera, finalmente habían decidido contratarla como profesora.
Vikki, la encargada que el día de su entrevista la acompañó, le había informado que estaría los dos primeros días "de prácticas", es decir, Venable, aún sabiendo que Amelia había trabajado como profesora anteriormente, quería observar con detalle como se manejaba ante los alumnos, y sobretodo, que aprendiese de Wilhemina. Porque a Wilhemina le gusta que todo este amoldado a su persona, que cada centímetro de ese instituto les recuerde a ella, que cada rincón grite su nombre, incluyendo a los profesores. Porque Wilhemina era egoísta con las personas de su alrededor, si es que alguien conseguía entrar en su vida, y eso le gustaba.

Amelia llegó frente a aquel instituto, el primer día que lo visito iba tan nerviosa y despistada que no se paró ni un segundo a ver la fachada y sus características.
La puerta de entrada era alta y ancha, y era extraño que en vez de puertas hubieran dos paneles de cristal que se deslizaban. Al entrar estaba el hall, unos metros mas hacia delante el instituto se dividía en dos partes, las escaleras de la izquierda daban a las aulas de 13 a 16 años, y las de la derecha las aulas de 16-19 años. Si seguías caminando, en el centro había un ascensor, el cual era uso exclusivo para la directora, equipo de limpieza y mantenimiento, y en casos especiales profesores y alumnos.
Siguió bajando su vista por la hoja que le habían dado en secretaría, se suponía que en la hoja entraba todo lo que debía saber sobre las instalaciones, pero a penas indicaban donde se encontraba la cafetería, la biblioteca o incluso el aula en la que debía trabajar. Amelia, dándose por vencida, sacó su móvil y apretó el número con el que Vikki le había llamado.

-...Despacho de Venable, en que puedo ayudarte?

-Hola Vikki...- Amelia hizo una pausa esperando que la inglesa reconociera su voz, pero le fue imposible- ...soy Amelia.

-Ohh Amelia, que gusto volver a hablar contigo- se notaba la alegría en su voz, pero ella solo pudo pensar que estaba fingiendo, nadie se alegraría de volver a hablar con Amelia Langford.

-Igualmente. Verás, estoy en el hall, o sea, hoy tenía que empezar las "pruebas" pero realmente no se a donde tengo que ir, estoy muy perdida- rasco su nuca y dejó escapar un pequeño suspiro.- Podrías venir a ayudarme si no te importa..?

-Claro querida, estoy abajo en un segundo.

-Gra— Al otro lado de la línea comenzaron a sonar unos pitidos constantes, Vikki le había cortado la llamada antes de poder darle las gracias.

Tras segundos de espera, Amelia comenzó a sentirse incómoda, su cuello ardía y no sabía exactamente porqué, hasta que se dio media vuelta y ahí estaba, la mirada fulminante de Venable clavada en ella, observándola como si estuviera escaneando su cara y analizando su vestimenta. Amelia levantó la mano para saludarla y formó una tímida sonrisa en sus labios, pero la directora mantenía sus compostura y no movía ni un dedo, más que pestañeaba y su pecho subía y bajaba por su fuerte respiración. Hicieron falta segundos para que la canadiense grabara su mirada en lo mas profundo de su mente. Entonces su voz activó de nuevo a Amelia.

-Por favor sígueme...- se dio la vuelta y comenzó a caminar, cada golpe con el bastón se sentía como una apuñalada en el pecho.

La morena intentaba seguir el paso de Venable, pero incluso caminado con un bastón, se movía bastante rápido. Una vez subieron las escaleras y llegaron al aula, Wilhemina se dirigió a Amelia.

-Has llegado tarde.

-No, yo sol- y de nuevo volvieron a interrumpirla, solo que esta vez no se atrevía a enfrentarse a la que ahora era su jefa y superior.

-No quiero excusas Langford, en mi centro se llega a tiempo y a la hora exacta, ni un minuto más, ni un minuto menos...lo has entendido?- Wilhemina se acerco a escasos centímetros del rostro de su contraria, haciendo que sus respiraciones se mezclasen.

Amelia solo se limitó a asentir.

-Fin Flashback-

Miró detenidamente el reloj, en la hora y media que estuvo sentada en el sofá no había visto moverse la aguja, y eso hizo que se volviera interminable una simple taza de café.

Miró la caja de terciopelo violeta y soltó un suspiro. Cada día que pasaba sin la presencia de su prometida se hacía más difícil, la habían reemplazado por un tiempo en su apreciado puesto de trabajo como directora y pasaba demasiado tiempo sola. Su madre, la mismísima e insufrible madre de Wilhemina, había aceptado a quedarse con su nieta durante el tiempo que la pelirroja esté de descanso, por lo tanto, no tenía nada que hacer, sus pensamientos y recuerdos la estaban comiendo por dentro, al igual que las dolorosas cartas de aquella caja.
Cada vez que intentaba darse por vencido, ponía su mente en blanco y recordaba a la antigua Wilhemina, frágil, insufrible, solitaria y engreída...pero entonces la figura de Amelia aparecía de repente, y sabía que no podía volver a ser la de antes, porque por ella había cambiado.

Sin pensárselo dos veces, tomó la siguiente carta.

Carta 2 (día 2)

"Aún no puedo creer que me hayan despedido, pensé que por fin este iba a ser el definitivo y que no tendría que ir de trabajo en trabajo como en Canada...pero lo peor no es eso, lo peor es que tu no has hecho nada por impedirlo, te has quedado quieta mirando a Jhon como si nada, y sé que era por miedo a que te despidieran a ti también pero...joder Wilhemina me importaba este trabajo tanto como a ti el tuyo, y realmente me da rabia, me da rabia el hecho de que cuando vuelvas a casa lo sentirás e intentarás que te pida perdón con sexo, igual que siempre.
Sabes, me está gustando la idea de escribir lo que siento en simples hojas que luego probablemente tires a la basura, igual que has hecho varias veces conmigo."

Amelia. L

Y ahí se encontraba de nuevo Wilhemina, enterrada en una manta de desprecio y odio hacia si misma, dejando correr un rio de lágrimas sobre sus mejillas.


𝐚𝐥𝐰𝐚𝐲𝐬 𝐫𝐞𝐦𝐞𝐦𝐛𝐞𝐫 𝐦𝐞Where stories live. Discover now