Capítulo 1: Tera

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Que día de mierda. Pienso mientras camino bajo el sol de la tarde, pateando las piedras que se atreven a cruzar en mi camino. En realidad no es su culpa, pero tengo que descargar esta mala energía antes de llegar a casa. Una de las piedras sale volando tan fuerte que atraviesa la ventana de un primer piso, efectivamente estallándola en mil pedazos. Me encojo cuando escucho el destrozo. Hoy me ha pasado todo, lo que me faltaba sería lidiar con un dueño de casa enojado con una chica cualquiera que rompió su ventana. Pero, para mi suerte, nadie aparece. Respiro con alivio y sigo mi camino.

El día ya había empezado mal, cuando la vecina del tercer piso se pegó a mi puerta para cobrar el alquiler, e insistió en que no se iría hasta que le pagara. ¡Pero estamos a mitad del mes! ¡Tendré yo el crédito para pagarle! A estas alturas sólo me preocupa tener lo suficiente para pagar las cuentas y comer. Además, ella no suele cobrar hasta el final del mes. Debe haberse gastado todos sus créditos viendo televisión y llenándose la boca y la cara. Algunas personas pueden. Mi hermano tuvo que sacarme de esto, ya que la vieja se derrite por él. Pero no lo suficiente para hacernos un descuento, la cabrona.

Habiendo resuelto el problema de esa serpiente venenosa, me fui al trabajo donde sucedió lo siguiente: me fui a hacer algunas entregas. Normalmente no las hago yo, pero el tipo a cargo se había quedado en casa enfermo, y algunos créditos extra siempre son útiles. El problema vino cuando, al entregar una radio a un cliente, el maldito viejo la destruyó tan pronto como la tuvo en sus manos, y aun así tuvo el valor de reclamar la devolución del dinero. Supongo que perdí un poco de paciencia.

—El dispositivo estaba en perfecto estado. Si usted no sabe usarlo, no es mi problema.

Pero el hecho es que el cliente presentó una queja, y así es como perdí mi descanso para almorzar.

Y ahora esto. No eran ni las 6:30 de la tarde cuando llegué al punto de venta ambulante, y el tipo ya estaba cerrando. Entiendo que nadie que valore su negocio quiera tener la mercancía expuesta hasta tarde, ¡pero aún no ha oscurecido! ¡Respete los horarios, por favor! Intenté pedirle al vendedor que me dejara comprar sólo dos botellas de agua. Realmente traté de ser educada.

—¡Mire, yo también tengo mejores cosas que hacer y estoy aquí! Dispuesta a gastar mi tiempo y mis créditos en sus botellas medio vacías y excesivamente caras.

No hace falta decir que me echó por la puerta como un gato sarnoso, y puso en marcha la furgoneta más rápido de lo que yo le mandé a la mierda.

Ahora tengo que caminar unos cuarenta minutos hasta casa con este calor de fin de tarde, y tengo que apurarme porque estoy corriendo con la puesta de sol. No es una buena idea caminar sola por la noche. Bueno, al menos no tengo que arrastrar botellas de agua por el camino, lo que, estoy segura, que me retrasaría.

Al salir de la zona industrial, veo una vieja estación de tren aéreo. Está abandonada, como todas las demás. Antes teníamos una línea que era el medio de transporte más rápido de todo el Anillo Exterior. Hacía posible ir de un extremo a otro de la ciudad en menos de media hora. Nunca lo usaba porque era demasiado caro, pero recuerdo haber visto el tren volar por los rieles a alta velocidad, y preguntarme cómo sería la vista desde allí arriba. Hasta que la Oficina de Administración Urbana se dio cuenta de que los costes de mantenimiento eran demasiado altos, así que decidió desactivar la línea, dejando atrás un puñado de estaciones mohosas y un esqueleto de metal sinuoso colgando sobre nuestras cabezas.

Desde entonces, el precio de un viaje en autobús ha aumentado. Alguna vez que otra, cuando puedo, me doy ese capricho, pero está claro que no volverá a ocurrir tan pronto. De todos modos, ni siquiera son tan buenos. Huelen a sudor y sebo, siempre están llenos a pesar del precio, y tardan la vida en llegar a su destino. Prefiero ir a pie, aunque la ciudad es un verdadero laberinto, resultado de una excelente planificación civil, que brilla por su ausencia.

Hilos de OroWo Geschichten leben. Entdecke jetzt