Capítulo seis: Qué.

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Drenado, invadido. Inválido. Morgana caminó a través de las cuevas. Estalactitas y piedrecillas amenazaban con caerle para perforar su cráneo. Pero eso ni siquiera importaba. No mientras su impersonal no se consumara. Las raíces rebosantes se enredaban alrededor de sus pies y de los árboles que daban su palabra de crecer. A su paso, las quemaba.

— Mi amo. Vea lo que yo veo. Se lo imploro.

Ininteligible. Impalpable. No había nada que manifestara la forma de su dios. Solo escuchaba las voces, sonriendo con una felicidad que estaba más allá del entendimiento de cualquiera.

— Lo sé, mi señor. Sé que duele.

Acarició las ramas del único árbol que era el más fuerte en medio del jardín al final de la cueva. Se sentó en la piedra plana de siempre y un aleteo hizo eco con fuerza. Su voz retumbó dentro de sus oídos. Sonrió, extendiendo su mano a la espera de que la sujetara.

— No tengáis miedo, Zyra.

Besó su mano, brotando de las raíces como las rosas.

— Mi reina. — Reverenció, sin despegar su coronilla del dorso de la mano ajena.

— ¿Os visteis?

— Están cerca de llegar al templo. La vulpina casi me atrapa.

Acarició sus cabellos con delicadeza, asintiendo. Estaba ansiosa porque llegara pronto. Se puso de pie, abriendo una pared ramificada de hojas y flores. Descubrió el espejo. Reluciente.

— Una paloma nocturna... — De sus manos emergió la magia oscura, dibujando sellos que lo hicieron brillar. — Una grulla negra...

El cristal rechinaba al arrastrar sus uñas en la superficie. Sangrando. Apoyó la palma por completo y empujó con fuerza, tanta que su brazo vibró. Agrietándose de forma lenta y tortuosa, no se rompió; se hizo líquido. Hundió la extremidad con lentitud, sonriendo.

— Acércate, Zyra.

Sujetó su mano cuando estuvo cerca, haciéndose a un lado para que pudiera ver su reflejo. Zyra lo evaluó con detenimiento, hipnotizada por la visión. Miró a Morgana y esta la incitó a acercar la mano. Por más indecisa que pareciera, penetró de un solo empuje y escarmentó al sentir la calidez y fuerza de una mano. Haló al escuchar pasos prevenientes del objeto y pronto su labio inferior despegó su sello del superior.

Morgana rió en un murmuro torcido al presenciar a la mujer que salió de ese aparente portal. En cambio, Zyra se encontraba inmersa en la mirada de la bruja, que curvó sus labios, terminando un poco del espacio entre ambas, su mano rozando la piel de su mejilla.

— Qué encantador es reavivar y verte.

Zyra miró a Morgana de nuevo, deteniendo el tacto que le confería la recién llegada bruja. Retrocedió dos pasos, cerca de la par de su reina.

— También estoy feliz de verte.

— LeBlanc. — Llamó Morgana. — Bienvenida.

LeBlanc despegó su vista de Zyra, más pausada de lo que hubiera querido. Clavó sus ojos en los de su reina, manteniéndose erguida y altanera. Morgana inclinó la cabeza, sonriendo de lado. La estaba retando.

— No tenéis que pelear. No hay que.

— ¿Por qué me has traído? Estaba feliz yaciendo en mi pútrida soledad.

— Oh... — Rió. — ¿Feliz? Tú nunca lo fuiste.

— ¿Así que de todo esto se trata? — Farfulló iracunda. — ¿De recordarme mi desgracia?

Cenizas de la Luna. [Diana/Leona]Where stories live. Discover now