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CON DIECIOCHO AÑOS PENSABA QUE SU VIDA SE HABÍA ESTANCADO. Desde la tercera ida de los Reyes de Antaño de Narnia a su mundo, la castaña apenas podía concentrarse como antes.
Los primeros meses estuvo muy distante incluso con Caspian. Se pasaba la mayor parte del día en su lugar favorito y cuando no, entrenando.
Fue durísimo ver como ━prácticamente su hermana━ se perdía en un mar de frialdad e insensibilidad. Un mundo donde ya apenas sonreía.
No quiso agobiarla o hacerla sentir mal por su repentino cambio, pues la conocía y sabía cuánto la afectaba aquella pérdida, por lo que nunca trató de hablar con ella sobre el tema.
En todo momento pretendía actuar como siempre, para quitar importancia o simplemente por miedo a que Athenea se rindiera.
Taylor era de aquellas mujeres que sentían mucho. Amaban, lloraban y reían con tal intensidad, que parecía la definición exacta del sentimiento. Y Edmund Pevensie había sido su primer gran amor, no podía olvidarlo así como si nada, como si todos aquellos besos o caricias hubieran sido tan solo un sueño, pues no lo fue.
La parte más difícil, sin embargo, fue para todos los de alrededor. Los soldados que entrenaban con ella, los cortesanos y lores que debían reunirse con ella y Carlos, aquel general al que rechazó años atrás mas nunca perdió el amor por ella.
Ese sentimiento de saber quererla incluso mejor que el rey Edmund y no poder por no ser correspondido era, terriblemente, doloroso. Además, él era su mano derecha, el general de todos los ejércitos telmarinos a sus prontos veintitrés, debía convivir con ella más que nadie.
━━━No te has presentado a la reunión ━━━comentó el rubio detrás de ella.
Como cada día, Athenea se encontraba en el jardín real. En el mismo punto en el que el rey Edmund la encontró aquella noche de celebración y donde la besó por primera vez.
