¿𝑄𝑢𝑒́ 𝑝𝑜𝑑𝑖́𝑎 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑚𝑎𝑙? Era la frase de mi hermana que me retumbaba en la cabeza, una y otra vez, mientras me subía a aquel autobús, lo dejaba todo atrás y me plantaba delante de alguien a quien no había visto en siete años. Y todo por culpa de aquella mujer y sus cartas... Si no hubiera hablado de él, de Dylan, yo no estaría aquí. Entre la pared y ese desconocido. Pensando en una excusa creíble, que explicase por qué había salido corriendo detrás de él. Porque, confesarle que me había recordado a mi difunto primer amor, no era una opción viable, que digamos. Que ¿Qué podía salir mal? 𝑻𝒐𝒅𝒐, 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂 𝒔𝒂𝒍𝒊𝒓 𝒎𝒂𝒍. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒚𝒐 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒔𝒂𝒃𝒊́𝒂, 𝒏𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒗𝒊́𝒂.
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