-No soy una mala persona. Lo decía mientras veía su cuerpo inerte tirado en la nieve, pintandola de escarlata lentamente. -Era él o yo. Yo no tengo la culpa. Mis manos temblaban débilmente, retrocediendo un poco sobre la nieve. Ya ni siquiera sentía el frío, no sentía nada en realidad. -Hice lo que tenía que hacer. Aún con el corazón en la garganta y mi cuerpo temblando, me puse de pie, alejándome del bosque al mismo tiempo que la tormenta de nieve se desataba.