CAPÍTULO I

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CHLOÉ:

Después de una larga temporada de estudios, donde terminé la universidad y decidí tomarme un año sabático, aquí me encontraba, conduciendo por una carretera donde la niebla me impedía ver con claridad. Cuando mi madre se retiró del modelaje y mi padre dejó la alcaldía, se fueron a vivir a las afueras de la ciudad en una gran mansión alejada de todo. El pueblo más cercano se encontraba a dos horas en auto, justo por dónde yo iba.

Manejaba a baja velocidad, con la ventanilla baja para que el humo de mi cigarrillo no se quedará en el auto. 

El sonido de mi teléfono vibrando en mi bolso en el asiento de al lado me hizo desviar la mirada del camino tan solo unos segundos para mirar mi bolso. 

Regresé la vista al frente, pero solo había niebla y un camino algo desgastado.

Con la mano empecé a palpar el interior de mi bolso, buscando de nueva cuenta mi celular, pero al no encontrarlo y cuando volvió a sonar pareciendo más estridente, tuve que desviar la vista a mi bolso, revolver un poco mis cosas hasta que finalmente lo encontré.

Y cuando regresé la vista al frente, pisé el freno y apreté mis puños sobre el volante, al mismo tiempo que la persona que se había atravesado en el camino retrocedía varios pasos y me miraba de forma fulminante.

—Oh no —murmuré para mis adentros, soltando un pequeño suspiro antes de salir del auto. No me había dado cuenta de que mis piernas me temblaban hasta que tuve que sostenerme de la puerta para que no fuera tan notorio.

—Lo siento, ¿estás bien? 

—¿Estás loca mujer? ¿Buscas atropellar a cualquiera que se te ponga enfrente?

Lo mire con detenimiento. Tenía cabello negro, ojos azules y cejas pobladas que justo ahora estaban fruncidas.

—Ya me disculpé y a ti no te pasó nada, ¿qué más quieres? 

—Que te retiren la licencia. Eso sería maravilloso.

Afirmó, dando una palmada al capo del auto antes de alejarse y desaparecer de mi vista, perdiéndose en la niebla.

Aún seguía preocupada, pensando en que si hubiera ido un poco más rápido, tal vez habría sucedido una tragedia.

Mi celular volvió a sonar en mi mano, por lo que no pude evitar mirar con enfado las letras del nombre de la persona que estaba llamando.

—Espero que sea importante ya que casi voy a la cárcel por homicidio.

—¿Qué? —preguntó mamá con desconcierto, aunque probablemente no entendió lo que dije ya que hable demasiado rápido.

—Nada mamá. ¿Qué ocurre?

—¿Tardarás mucho en llegar? Ya todos están aquí. 

—Ya estoy en el pueblo, me faltan dos horas de camino. 

—Pues date prisa. 

—Sí mamá. Nos vemos.

Finalizo la llamada, y mirando a ambos lados pero encontrando las calles vacías, volví a subir al auto y retomé mi camino.

[...]

En cuanto llegue a la residencia, me recibieron aquellos jardines amplios en los cuales solía jugar cuando era niña. Me gustaba que se mantuvieran iguales, me daba estabilidad ver algo que no cambiaba con el pasar de los años.

Estacione mi auto junto a un deportivo negro que yo conocía muy bien, y mientras bajaba del auto me deleitaba con el aroma del césped recién regado. Era maravilloso regresar, bueno, al menos lo fue por unos minutos.

EN EL HIELOWhere stories live. Discover now