CAPÍTULO III

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CHLOÉ:

Frío y aplausos.

Las luces de los reflectores me cegaban, pero no dejaba de sonreír en ningún momento.

Música.

La melodía comenzó a sonar, y mi cuerpo obedeció rítmicamente.

La cuchilla de los patines cortaba el hielo, le hacían cicatrices.

Un pequeño salto, unas manos fuertes me atraparon por la cintura y me elevaron en el aire como si fuera tan liviana como una pluma.

Ruido. Un fuerte estruendo.

Desde mi altura, intenté localizar el causante del ruido aún sin dejar de posar.

El siguiente paso venía, una pirueta por los aires.

Estaba preparada, extendí los brazos y volví a elevarme una vez más por los aires, giré perfectamente y mire por un instante hacía bajo para hacer contacto visual con mi compañero, quien debía atraparme para no caer al suelo.

Pero lo que encontré fue a él desplomado en el suelo y un charco de sangre manchar el hielo.

Miedo, me paralizó ver aquello que no pude darme cuenta que estaba cerca del suelo.

Un ruido sordo se escuchó cuando mi cabeza se estrelló con el hielo.

No podía moverme, solo veía la luz de los reflectores, a una de mis compañeras de la rutina inclinarse a mi lado, pero su voz no llegaba a mis oídos.

Y después, todo era muy confuso.

Lo último que recuerdo de ese día fue despertar en el hospital, donde lo primero que vi al despertar fue la noticia en la televisión.

Un atentado, varios hombres entraron a disparar. Tres víctimas mortales, entre ellas, mi compañero.

Estaba viva, pensé al despertar en aquella camilla.

—La caída hizo que tu pierna se fracturara, por eso no puedes volver a patinar. Era lo que más amabas ¿No? Entonces entiendes lo que se siente cuando te quitan lo que más amas.

—En tu vida vuelvas a mencionarlo ¿Escuchaste? No quieres meterte conmigo.

—Solo me preocupa donde pasar la noche, ¿Me ayudas con eso?

—Intentas chantajearme —aseguré, aunque después de que me hiciera recordar aquella pesadilla, no podía mantenerme serena.

—Claro que no. Solo mantengo el secreto de tu drogadicción controlada a cambio de una noche bajo un techo y quizá algo de protección de tu parte.

—Eso es chantaje.

—No lo veas de ese modo, hermanita.

[...]

—¡¿Qué?! ¡De ninguna manera! 

Mamá se negó rotundamente, tal y como lo esperaba.

—Vamos, no esperas que duerma en el jardín ¿o sí?

—De ninguna manera va a dormir e el jardín, la quiero fuera de los perímetros de mi propiedad.

—Mamá, solo te estoy pidiendo una noche.

—Y con ello me pides quedar en ridículo ante la hija de la amante de tu padre, eso de ninguna manera va a ocurrir.

—No me estás dejando opciones. Acepta por favor ahora que te lo estoy pidiendo bien.

EN EL HIELOWhere stories live. Discover now