CAPÍTULO II

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CHLOÉ:

—Disculpe la interrupción pero, hay alguien en el recibidor y quiere hablar con usted, señor.

El mayordomo de la casa, y a quien yo conozco de siempre pero nunca pude pronunciar ni aprenderme su nombre, es mi salvación en esta incómoda cena.

—¿Alguien? No tengo asuntos que arreglar con nadie —respondió papá, frunciendo el ceño.

—Lo sé, pero dice que es muy urgente y que no se irá hasta hablar con usted. 

—Bueno, dile que tuve que irme a resolver una emergencia, que te deje un recado. 

—¿Así es como tratas a tu hija después de años sin verla? 

Aquella voz proveniente del corredor causó que todos nos quedáramos mudos.

Bueno, no sucedió exactamente así pero lo fue para mí, aunque en realidad mi padre habría y cerraba la boca sin comprender lo que estaba pasando y mi madre no dejaba de hacer preguntas en un tono bastante bajo.

—¿Qué está sucediendo André? —la voz de mi madre salió firme, aunque en sus ojos pude identificar cierto temor mientras miraba a aquella chica que se acercaba al comedor con paso decidido.

Tenía el cabello rubio con algunos mechones pintados de rosa o azul metálico, una chaqueta de cuero y zapatillas deportivas bastante coloridas. 

A juzgar por su apariencia, fácil podría estar en el bachillerato, parecía una adolescente.

—Ella… yo no… —papá balbuceó cosas sin sentido, y eso me indica que la respuesta no va a agradarme en lo absoluto.

—Cierto ¿dónde están mis modales? —dijó aquella desconocida irónicamente—. Me llamo Zoe, Zoe Bourgeois.

Si estuviera comiendo algo, estoy segura que habría salido de mi boca.

—¿Qué? —fue mi turno de hablar en cuanto recupere mi voz.

—No es necesario que se presenten, los conozco perfectamente a todos. A la familia Agreste, a la hermosa esposa de mi padre, Audrey, y a su preciosa hija, Chloé. 

La mención de mi nombre en sus labios me causó escalofríos por el desdén que había en su voz.

Si el odio tuviera voz, sería el de ella en ese momento.

—¿Tu padre? —La pregunta inconsciente de Adrien fue algo que ni mi madre ni yo nos atrevemos a preguntar, por eso fue un gran alivio que alguien más lo hiciera.

—Sí, papá conoció a mamá hace diecisiete años, tuvieron un amorío pero debía ser oculto ya que papá estaba casado. Solo que cuando cumplí los ocho años, él decidió enmendar el camino y dejar a mi madre y a mi solas y desamparadas mientras que su familia derrochaba glamour por donde iba, ¿No es triste?

Tenía una media hermana, menor que yo y con una gran determinación. Porque a pesar de lo que estaba pasando, no podía no sorprenderme por el valor que tuvo ella de hacerle frente a mi padre frente a nuestra familia.

—Adrien, Marinette, vengan conmigo —Gabriel se levantó del comedor, limpiando su rostro con la servilleta antes de que sus hijos lo siguieran, Adrien mirando a Zoe con sorpresa y Marinette con la vista baja, como siempre.

—¿Qué necesitas, Zoe? Le dije a tu madre que si necesitaban dinero, lo vieran con mi secretaria. 

—¿Crees que esto se trata de dinero? —la voz de la chica se quebró, al mismo tiempo de que una lágrima se deslizaba por su mejilla—. Mamá murió hace tres días, y vine aquí con la esperanza de hablar contigo.

EN EL HIELOWhere stories live. Discover now