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A/N: ¿¿¿Que me comentan por el pinganillo que al parecer ya es Navidad??? ¿¿¿Cómo puede ser esto??? ¿¿¿Cuándo ha pasado??? ¿¿¿Qué es el tiempo???

Este año estoy algo baja de espíritu navideño, lo cual es algo raro y preocupante en mí (sí, soy de esas, las que adoran la Navidad, seguro que a estas alturas ya os habéis debido de dar cuenta de ello), así que espero que este fic me ayude un poco.

Me he puesto mi playlist navideña de Spotify a todo volumen, he bailoteado un poco, he roto un par de cristales al intentar cantar como Mariah Carey, y ahora voy a escribir esto.

Espero que os guste.

PD2. ¿Es realmente Navidad si no encuentro nuevas y ridículas formas de hacer que estas dos acaben bajo el muérdago juntas? I think not.

***

- Oye...

Beca se deja caer contra el respaldo de su mullida silla de trabajo y se impulsa con un empujón de ambos pies en el suelo. A medida que rueda sobre el entarimado, engancha un pie en la estrella metálica que forman las patas de su silla para girar el asiento hacia Jesse.

- ¿Crees que pasaría algo si me salto la fiesta de navidad de la oficina este año? – inquiere, pensativa.

Su amigo y compañero de trabajo se detiene con la boca abierta alrededor de una de las esquinas de su sándwich, a mitad de darle un generoso bocado, y clava sus amplios ojos en Beca casi con horror.

- ¿Qwé? – exclama con la boca llena.

Beca se encoge de hombros.

- No sé, no me apetece mucho este año.

Jesse sacude la cabeza, como si eso fuera a hacer más fácil comprender lo que está escuchando, y da un forzado trago a la bola de sándwich que tiene en la boca con una mueca dolorida, carraspeando para librarse de la sensación de molestia.

Beca casi puede ver el pan bajar por su esófago, abultándolo a su paso, igual que si fuera una escena sacada de los Looney Tunes o Tom y Jerry.

- ¿De qué estás hablando, Bec? – inquiere, bastante perplejo, tras beber un poco de agua. Se seca la gota que le ha salpicado en el labio superior con el dorso de la mano –. Si te encanta la fiesta de navidad – le recuerda.

Beca le concede la razón con un movimiento de cabeza.

Contraria a la que probablemente sea la creencia popular —no es su culpa que la expresión por defecto de su rostro cuando está relajado sea una de completa apatía, ¿vale?—, a Beca le encanta la fiesta de navidad de la oficina.

Es extraño, porque Beca no puede decir lo mismo de muchas cosas en su vida.

Aparte de la música, y un puñado más de temas que puede contar con solo los dedos de una mano, y por los que siente una ardiente pasión; todo lo demás... Le da bastante igual.

La navidad tiene la suerte de estar en ese selecto grupo.

Le encantan las luces de colores en las casas y las calles, le encanta la música alegre allá donde vaya, le encanta la emoción de ir a comprar regalos para otras personas, le encanta ver la ciudad cubierta de blanco y el mordisco del frío en la punta de la nariz —aunque, desde que se vino a Los Ángeles, ya ni recuerda qué es el frío.

¿Podría pasar sin las muchedumbres de gente? Sí. ¿Pero también admite que no sería lo mismo si la ciudad estuviera desierta? Sí.

Si bien hubo una época de su vida, poco después de que su padre las abandonara, en que las navidades no eran algo por lo que sintiera mucho agrado o ilusión; con el paso del tiempo esa herida cicatrizó y Beca hizo las paces con ellas.

You've ruined my life (by not being mine)Where stories live. Discover now