Sello

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La odia.

Odia su tartamudeo, odia su postura, odia su debilidad. Hay mil razones para odiarla y tiene que repetírselas constantemente en las últimas tres horas para no sentir lastima al escuchar sus gritos.

El pasillo es oscuro y estrecho, nadie transita por las habitaciones del consejo o la zona de sellamiento, pero él al ser su ex­ guardián por derecho de nacimiento tiene que hacer un último trabajo ante su señorita. Las ceremonias de sellado son dolorosas, sí, pero cortas a la edad de tres años a comparación del sellamiento en alguien de edad mayor.

Hay muchos riesgos y efectos secundarios, cualquiera que tenga relativos conocimientos en medicina humana podría deducir fácilmente que serían la perdida de movilidad de las extremidades, pérdida de memoria, coma inducido, estado vegetativo, paraplejia, perdida de algún sentido o demencia.

Ha escuchado de casos donde no sucede absolutamente nada.

O por lo contrario no sobreviven.

No hay nada que hacer, el sellamiento se había retrasado. Hinata había tenido varias oportunidades para consolidar su puesto como heredera, pero al perder este ultimo combate por su puesto ante la mocosa de su hermana cinco años menor a ella, había sellado su propio destino. Patético. La diferencia de edad entre tres y once años era abismal por no decir determinante, así que esperar que Hinata saliera ilesa de su sellamiento era tener falsas esperanzas fáciles de aplastar.

Los últimos gritos son fuertes y retumban por las paredes del pasillo hasta no ser más que un silencio espeso signo de que la parte final del fūinjutsu familiar está terminando. Las ceremonias de sellamiento por lo general son asistidas por los padres del niño y un médico del clan, pero Hiashi-sama no se encuentra en la sala así que duda que Hinata tenga una atención "normal" correspondiente.

Aún recuerda su sellamiento, su espalda vibra de solo recordar los rostros de los ancianos del clan mientras su abuelo marcaba su frente y sus padres tomaban sus manos sin derramar ninguna lagrima mientras lo miraban. Odia el sello, odia el clan, odia el sistema de las ramas y como su vida se encuentra determinada por esta. Son la decimo tercera generación del Clan Hyuga, pero la primera en sellar a un primogénito y ceder su derecho de sangre al segundo heredero.

Pasan los minutos y uno a uno cada consejero del clan sale de la habitación con una postura tan recta para sus edades tan avanzadas sin siquiera regresarle una mirada de reconocimiento como los viejos elitistas que son.

—Llévala a su nueva vivienda —ordena su abuelo al ser el último en salir y al ser el responsable del sello en la frente de Hinata— Después de eso quedas exento de ser su guardián.

—Si Hyuga-sama —Da una reverencia más por protocolo que por respeto y cuando los pasos de su abuelo se escuchan lejanos a él es cuando decide entrar a la habitación por su ex protegida.

El odia a Hinata y también odia al sello y ahora que ambas cosas se presentan juntas, no sabe cómo sentirse al respecto. La Hinata postrada ante el ya no es la Hinata que representaba todo lo que es la rama principal, ya no es su protegida y no representara una tarea para él en un futuro. Desde ahora son iguales sin un vínculo que los até más allá de la sangre que comparten

Bien, solo no te cruces en mi camino —piensa.

El odia a Hinata y también odia al sello en su frente, y tiene que recordárselo porque eso no cambiara nada de su trato hacia ella.

Siente que alguien se acerca a rápidos pasos y entra detrás de él directo hacia el cuerpo postrado de Hinata, el intruso no repara en su presencia o siquiera lo considera importante, al contrario, se ve completamente asustado y únicamente enfocado en asistir a Hinata. Toca su frente y sus dedos acarician el ceño fruncido que Hinata tiene posiblemente del dolor de cabeza que está experimentando, murmura algunas palabras suaves que ni siquiera puede escucharlas.

HyugaWhere stories live. Discover now