Solo los inteligentes sobreviven

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Oríon se lleva el dedo índice a los labios para que no hablemos, mientras analiza a Ryan rápidamente. Después me señala hacia el norte con la mirada.

La mirada de James es dura, sé que se esta preguntando si la decisión de Oríon es lo suficientemente buena para Ryan, pero hacia el norte se encontraba el palacio, así que le di una mirada a James como diciéndole que Oríon tenía la situación bajo control.

Camino hacia James y Ryan con pasos trémulos debido al movimiento del helicóptero. James se mueve levemente para hacerme un espacio del otro lado de Ryan y mi mano va directamente a la muñeca de Ryan su pulso comenzaba a debilitarse lo cual me mando una onda de miedo por todo el cuerpo.

—Paciencia. — dijo Oríon al notar mi mirada y la de James que no dejaba de mirar a Ryan como si él fuera agua y en cualquier momento se le pudiera escapar entre las manos.

¿Por qué Oríon le había mentido a la reina? le había dicho que no nos había encontrado cuando claramente ya nos tenía con él, entonces ¿por qué ocultarnos?

Los momentos que pasamos sumidos en silencio fueron una eternidad tortuosa James y yo hacíamos todo lo posible por detener el sangrado y por mantener a Ryan consciente hasta que por fin aterrizamos.

Habíamos aterrizado en el techo del palacio de Lunu, donde un sin fin de médicos no recibieron estaba en shock así que solo seguía a James casi pisándole los talones mientras los médicos nos guiaban por los pasillos del palacio con urgencia.

—Señorita. — me detiene una enfermera justo en la entrada de la habitación a la que habían metido a Ryan — no puede ingresar, no hasta que el paciente se encuentre estable.

—Soy miembro del equipo médico del ejercito, puedo entrar — le digo sin mover mi vista de Ryan y tratando de esquivar a la enfermera.

—Señorita no tiene autorización para entrar — me dice bloqueándome completamente el camino, pero al ver la mirada de preocupación James y la palidez de Ryan, me era imposible estar lejos de ellos, no cuando me necesitaban a su lado.

—Usted no tiene autorización para prohibirme algo y mucho menos en mi casa — admito que había sido raro llamar al palacio mi casa, pero tenía años que no vivía en la casa en la que había crecido, y tanto el palacio de la capital como el de Lunu los había pasado a considerar mi hogar, eran los lugares donde ahora se encontraban mis pertenencias, donde me desarrollaba día a día y donde se encontraban las personas que amo.

—Señorita, solo se lo diré una vez más no tiene autorización para entrar — unas manos fuertes me tomaron los brazos y los colocaron en mi espalda intente liberarlos pero la adrenalina ya había disminuido y estaba cansada pero aun así pelee por desatarme hasta que sentí un pinchazo.

—¿Qué me hicieron? — pregunte cuando la persona que sostenía me soltó y me lleve la mano al cuello — ¿qué me inyectaron? — digo con la visión borrosa e intentando entrar a la habitación nuevamente.

—Descansa. — me dice cuando todo se vuelve negro.

El sonido de un par de tacones que caminaban rápidamente fue lo que me despertó, me esforcé por mover la cabeza que se sentía pesada al igual que mis parpados al abrir mis ojos. Me encontraba acostada en un sillón largo como los que se encuentran en los consultorios de los psicólogos y tenía el cuerpo algo entumecido y la mayoría de los músculos me dolían en cuanto los movía y me habían vendado la mano que me había cortado.

Al sentarme lo primero que veo es a la enfermera que me había bloqueado el camino a la habitación, estaba leyendo el mismo libro que la enfermera de Sinse, en aquella vez que me había contagiado "Cuando empieza el verano".

De lo que esta hecha una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora