La Velada

789 67 33
                                    

DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que  NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar. 

Derechos Reservados.

Capítulo 31: La Velada.

Tenía casi todo listo y se sentía completamente preparada y segura de sí misma para enfrentar de buena manera tanto al impertinente rey, como esa acosadora mujer que, aunque no se había acercado a su esposo desde el incidente en la ópera, de igual manera quería ser prudente con ella. Además, quería lucir ante Sesshomaru hermosa y deseable.

- Es un vestido muy hermoso- Había dicho Yuka, tocando con la punta de sus dedos la delicada tela del vestido azul claro con innumerables cristales pequeños en la parte del pecho y un lazo de seda blanco a la altura de la cintura. – Digno de una Lady.

Kagome asintió y en ese momento la puerta de la alcoba se abrió y entró Sesshomaru. La sirvienta hizo una reverencia y se marchó con rapidez de ahí, mientras el hombre se acercaba ahora esbozando una pequeña sonrisa a su esposa con las manos tras la espalda, sus ojos dorados se desviaron levemente al vestido que estaba sobre la cama y luego volvió la mirada a ella.

- Hermoso vestido- Murmuró y se acercó a ella inclinándose y posando sus labios en los de su esposa- Aunque no se compara con la dueña.

Ella sonrió y posó su mano en la mejilla del hombre.

- Tan galante.

Sesshomaru sonrió aún más, rendido ante la joven y entonces apartó las manos de la espalda y le tendió una que sostenía una pequeña caja rectangular. Kagome observó la caja azul de terciopelo, arrugó el ceño y luego alzó sus ojos castaños a él nuevamente, con una mirada interrogante.

- Es un obsequio. Algo adecuado para una Lady. – Y entonces lo abrió.

Era un collar de diamantes, brillante y blanco que deslumbraba y emitía destellos de colores debido a la luz del sol. Ella se quedó con la boca abierta. Nunca había tenido una joya tan valiosa, ni siquiera se comparaba con el broche de perlas que alguna vez Inuyasha le había dado. Tragó con fuerza y volvió a mirarlo a él, casi consternada. Ella sabía algo de joyas, esa debía haber costado una pequeña fortuna.

- Pero...

Él pareció no escucharla. Sacó el collar con cuidado de la caja de terciopelo y lo tomó entre sus dedos, caminó y se posó tras ella para ponérselo. Kagome aún contrariada y agitada sólo reaccionó cuando su esposo se acercó a su oído y murmuró:

- Quiero colocártelo, milady.

Despertando de su turbación y sonriendo casi nerviosa, se tomó el cabello y percibió como el collar se deslizaba en su cuello, sintió las piedras heladas en su garganta y los dedos cálidos de su esposo en su piel. Cuando él cerró el broche la volteó y ella no pudo evitar mirar hacia abajo y ver como colgaba a la altura de su clavícula un diamante bastante grande en forma de almendra, Kagome lo tocó con sus dedos y se estremeció. Luego alzó la mirada a Sesshomaru.

- Es... es muy hermoso.

Él sonrió con esa media sonrisa que sólo le brindaba a ella.

- Me gustaría que lo pudieras lucir mañana, en la corte.

Kagome sonrió y lo abrazó al cuello, poniéndose en puntitas lo besó con sutileza, cuando se apartó lo miró con ternura.

- Se lo agradezco mucho, milord, pero no era necesario gastar tanto dinero en algo como esto.

El Demonio BlancoWhere stories live. Discover now