XI - Final (Joseph's POV)

372 21 21
                                    

¡Hey, Joe! —murmuró de buena gana—. Sí, estoy en el estudio, pero tengo la agenda llena hoy y hasta el próximo martes.

— No te voy a quitar mucho tiempo, lo juro —intenté torciendo los labios.

¿Qué quieres? —lo escuché moverse —. Quizá pueda atenderte durante el almuerzo, pero no prometo un esténcil demasiado complicado —rio.

— Quiero algo muy pequeño, menos de diez centímetros, lo juro —susurré—. Puede ser a mano alzada —aventuré, el otro silbó por lo bajo y casi pude verlo asentir feliz.

Vale, veré que puedo hacer, envíame la idea en un mensaje y te confirmo una cita por la tarde.

(...)

No era cosa nueva, pero el 21 de diciembre me recalqué que definitivamente tomar las mejores decisiones no era precisamente lo mío, la muñeca me picaba por la pieza de lego a tinta que ahora tapaba la polémica S y los ojos me ardían, la constante duda de si había empacado ropa suficiente e idónea para Islandia me rondaba cada media hora por la cabeza y tenía el maldito cabello sucio. Levantarme tarde para tomar el vuelo, entender que, si lograba encontrar a Audrey, seguía sin saber qué iba a decirle me carcomía un poco la paciencia.

Bastaron más de nueve horas de viaje por aire y tierra para derretirme el cerebro y la cordura. Mis piernas agradecieron el movimiento cuando por fin pude vislumbrar otra cosa que no fuera cielo nublado y mis pies tocaron grava, el inicio del pueblecito ante mí, la brisa ligeramente salada y fría que me pegó en las mejillas, enrojeciéndolas y congelándome la nariz.

Apreté la correa de mi maleta deportiva y la colgué a mi hombro, intentando averiguar cómo llegar al hotel, ya tenía una habitación reservada, pero pésima recepción como para poder buscar algo en internet.

— ¿Qué tan complicado puede ser? —me animé a mí mismo, comenzando a caminar, pensando en que era imposible perderme más.

Diez minutos después maldecía un poco por lo bajo, queriendo arrancarme el cabello, me dolían los pies y mi búsqueda a ciegas no estaba funcionando del todo, ligeramente abatido me sobé las sienes y suspiré, sacando el celular, con la esperanza de encontrar algo de utilidad, intentando orientarme con la iglesia como referencia. Sorpresivamente, funcionó.

No pude evitar sonreír cuando entré al recinto, pequeño, acogedor y cálido, a pesar de tener un estilo bastante nórdico, estaba iluminado con luces que mantenían cierto encanto, mi pecho picando por comenzar a buscarla entre la gente que se movía por el lobby.

— ¿Qué tal? —sonreí amablemente al recepcionista, quien alzó la cabeza de la libreta en la que escribía y regresó el gesto.

— Bienvenido —comenzó cortésmente, pestañeando dos veces.

— Tengo una habitación reservada desde ayer... —murmuré mordiendo mis labios, el chico asintió.

— Por supuesto —musitó comenzando a teclear en su computadora, miré de reojo hacia el pasillo de la derecha, moviendo los pies y apretando los dedos—. ¿Su nombre, señor?

— Michael Deleasa —aseguré con una sonrisita, él asintió, mientras continuaba con su trabajo, yo preguntándome qué pensaría Mike si se enterara.

— Por supuesto, habitación con cama matrimonial, segundo piso, número 206 —confirmó él moviendo la cabeza y sacando una tarjeta de un cajón, buscando a alguien con la mirada—. ¿Necesita ayuda con su equipaje?

— ¡No! —negué al instante, él me miró ligeramente divertido—. Es decir... No, gracias, puedo llevarlo solo, gracias —musité, el chico soltó una risita.

The Girl Next Door ➵ Joe Jonas (Short Story)Where stories live. Discover now