2★Desorden

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No paraba de darle vueltas, no sabía qué era, pero había algo en ese plan que no me convencía.

Estaba apoyado en la pared al comienzo del pasillo que iba a mi siguiente clase, mirando a los demás alumnos de camino a las suyas. Un poco de culpabilidad me golpeó, debería estar haciendo lo mismo, pero me dije lo mismo de cada día: Mañana iré.

Si hubiese tenido una asistencia regular sabría qué aspecto tenía esa chica, puesto que estaba en mi carrera, pero como no era el caso estaba casi a ciegas. Jin tampoco me había ayudado mucho, lo poco que había descubierto no aclaraba casi nada. Una tía pequeña y delgada de largo cabello castaño, era una descripción que podía coincidir con más de una.

Vi un chico de gafas que recordaba haber visto un par de veces en alguna asignatura. Me acerqué a él, tendría que probar.

—Eh, tú, perdona —le dije.

Se sorprendió o asustó, no sé bien, tampoco me importó.

—¿Si? —vale, era una mezcla de los dos.

—¿Tú sabes quién es Amanda Wise?

—Sí, claro, esa de ahí.

Señaló a una chica que andaba con la cabeza baja, como si no debiera estar ahí. Normal que nunca me fijara en ella, era como si usara todo lo que estuviera en su mano para pasar desapercibida. Me giré para darle las gracias al tío por su ayuda, pero había huido.

Caminé hasta ella, lo mejor era quitármelo cuanto antes, así me podría largar y no tener que volver a escuchar a mis amigos hablar sobre el temita.

No sé en que iría pensando, pero tuve que dar un paso atrás para que no chocara contra mi pecho.

—Amanda —dije —¿Tú eres Amanda Wise?

Unos enormes ojos oscuros se levantaron para mirarme. Eran muy expresivos, tanto que pude ver las emociones que pasaban por su mente al momento de sentirlas. Pasó del asombro al nerviosismo y a algo más... oh, sí, ahí estaba en ella también, ese modo en el que me miraban la mayoría de mujeres.

Antes tengo que aclarar que solo había encontrado dos tipos de chicas en mi vida, las que me miraban con fervor, como si fuera el famoso de turno, o las que me miraban con asco. Ninguna de las dos me gustaba, aunque las dos eran igual de fáciles de llevar a la cama, que era lo único motivo por lo que me acercaba a ellas. Con unas ya lo tenía todo ganado, las otras eran más divertidas, pero con tan solo mostrarles que no era tan capullo como pensaban bajaban la guardia.

Y aquella chica era de las primeras, no sería complicado que aceptara la propuesta, aunque significaba que me hartaría pronto de su compañía. Si al menos me odiara sería más divertida.

La gente comenzó a mirarnos y a cuchichear. Señalé la pared para que nos acercáramos a ella. Iba tan absorta que se golpeó contra ella, intentó disimular, pero había sido demasiado evidente. Aguanté la risa.

Sus ojos se desviaban a todos lados, lo necesario para no mirarme. Era demasiado tímida, aunque aceptara no saldría bien.

—He escuchado que tienes unas notas perfectas —no dijo nada, ni afirmando ni negándolo, reprimí un suspiro —Quiero proponerte algo.

—Dime —al fin una palabra. Su voz era dulce.

—Tú me ayudas con las notas y a cambio yo te ayudo a ti.

—¿Cómo? —sus cejas se curvaron.

Podía ver su cerebro cavilando. Era increíble lo fácil que era leerla, como un libro abierto.

—Ven aquí a las seis de la tarde y te lo contaré —le pasé un trozo de papel con nuestra dirección.

Afirmó y me largué. El trabajo estaba hecho.

Me subí a la azotea de la facultad de filosofía. Era mi refugio, donde pasaba las horas en lugar de ir a clase. Mientras hacía mi serie diaria de ejercicios aquella chica no se me iba de la cabeza, intentaba descifrar por qué.

No es que fuera atractiva, aunque ni de lejos era fea, tenía una belleza adorable, dulce. Su personalidad no parecía fuera de lo que ya había visto, tímida e insegura, como si le diera miedo que el resto supiera que sabía respirar, algo que me sacaba de quicio.

Hasta que caí, era pura. No en el sentido de castidad, era lo que mostraba, sin dobleces. Si estaba asustada se notaba, si estaba nerviosa, lo mismo, como si entre su corazón, mente y rostro no hubiera un filtro. Y esos ojos que apenas había vislumbrado, eran la pantalla, por ellos podías leer su alma de forma cristalina y trasparente.

Nunca me había importado lo que podían provocar mis acciones fuera de las personas a las que apreciaba, cada cual que se preocupara de si mismo como me había ocurrido a mí toda la vida, pero con aquella chica sentía algo diferente, y no me gustaba. Me costó reconocerlo como miedo, o culpabilidad. Temía que aquel ser puro entrara en mi infierno.

Deseché ese sentimiento, solo era una debilidad puntual, en unas horas ya ni me acordaría.

Deseché ese sentimiento, solo era una debilidad puntual, en unas horas ya ni me acordaría

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Decalcomanie [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora