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Una mujer de capa y capucha oscura merodeaba por un bosque

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Una mujer de capa y capucha oscura merodeaba por un bosque. Ella estaba enojada, frustrada. Estaba buscando algo. Lo estaba haciendo con suma desesperación. Se paseaba por el camino de rocas y tierra mojada con velocidad. No puedo distinguir su rostro con claridad.

Está todo oscuro. De pronto la oscuridad se vuelve aún más absoluta.

Hay voces que dicen mi nombre como si fuera una llamada. Son susurros ajenos, y al mismo tiempo, próximos. Esa misma mujer se encuentra en la oscuridad total, en el suelo hay esa sustancia líquida, suave, espesa y con olor fuerte. Posiblemente alquitrán.

Grita, agarra sus cabellos y los aprieta con sus manos. Maldice.

Las voces vuelven a llamarme. Una y otra vez. Son muchas, son alarmantes. Empiezan a intensificar el sonido. El aumento continua, me siento cada vez más sofocada. Gritan mi nombre cada vez más fuerte. Y más, mucho más... Parecen retumbar en mi cabeza.

¡Angela, Angela, Angela!

Respiro con dificultad. Mi cuerpo está sudando frío. Hay oscuridad. Una oscuridad malditamente tenebrosa. Todo está muy confuso. No sé donde estoy, qué fue toda esa visión, o sueño, no estoy segura. ¡No estoy segura de nada!

Veo a mi alrededor. Grito por inercia. Alguien me toma entre sus brazos, y comienza a hablarme con suavidad. La voz es de Zach. Comienzo a tranquilizarme con sus palabras, y me doy cuenta de que son sinceras. Él tiene razón. No estoy en esa oscuridad. Ya no más.

Es de noche, sí. Pero por lo menos hay muchas estrellas que iluminan él cielo azul marino de la noche. Y la Luna me otorgaba la paz nuevamente.

—¿Donde estamos, Zach?

—Tengo que decirte algo, Angela. Pero primero debes calmarte. Tú respiración está agitada y eso no es bueno. —Dice él, de forma calmada y serena, como la noche encima de nosotros.

Todo parece estar en orden. Me enfoco en la naturaleza que nos rodea. No puedo ver las cosas con claridad, puesto que la luz de la Luna es escasa, pero si distingo sus sombras y me informan sobre sus tamaños y formas. Eso de alguna forma me tranquiliza.

—Dime que todo está bien, por favor...

De repente recuerdo todo el tema de Relevna y su maldad magníficamente desastrosa. Me exalto. Algo me dice que nada está bien. Tal vez es la larga duración del silencio que abrazaba mi incredulidad.

—Sé muy bien como mentir, pero no creo que las mentiras tranquilicen eternamente. —Me responde con suavidad, como si no quisiera alargar aún más mi temor, pero tampoco llevarme a un mundo de fantasía donde nada es cierto.

—Entonces dime la verdad.

Me sentía energética. Como si tuviera toda la energía del mundo.

Lo celestial de tu infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora