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Tomé sus manos, con inquietud y miedo, para después cerrar los ojos, y concentrarme en visualizar mi habitación

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Tomé sus manos, con inquietud y miedo, para después cerrar los ojos, y concentrarme en visualizar mi habitación. No sé cuanto duró este proceso, pero apareció una luz roja que nos envolvió a los dos, y poco a poco, comencé a sentirme muy cansada. Hasta que me ví nuevamente en mi pieza, estaba muy mareada, había mucha oscuridad, y me aferré al demonio para no caerme.

El me tomó en sus brazos. Sentí un dolor de cabeza horrible. Caminó hasta mi cama y me dejó ahí. Sus ojos ya no eran negros, eran rojos, y brillaban.

Y lo último que vi, al caer profundamente dormida, fue su sonrisa divertida y maliciosa.



Desperté por un grito desesperado. Era mi abuela, quien estaba a mi lado.

Me removí en la cama. La miré con cansancio, y la saludé. Ella no me respondió. Había quedado sin habla.

Todavía tenía mi mente confusa. ¿Lo de ayer fue solo un sueño?

—¿Qué sucede, abuela?

Intenté levantarme de la cama, pero rápidamente perdí el equilibrio y me caí al suelo. Lancé un leve gemido al sentir mucho dolor en mi cuello, entonces supe que lo que pasó ayer no fue solo un sueño.

—¡Angela!

Mi abuela corrió hacia mí, rodeando la cama, y me ayudó a levantarme. Tenía un aspecto preocupado y alarmante en sus ojos azules, observando mi cuello.

—Él te lastimó.

Quise contarle a mi abuela que no sólo el demonio de rostro cambiante me había lastimado, si no que otro más. Uno totalmente nuevo, que nunca había visto.

Y que yo misma lo liberé de su celda infernal, y ahora es mi perro.

—Tranquila, abuela. Tuve una pelea con ese demonio, en la noche. Si salí lastimada, pero pude vencerlo. Él no vendrá nunca más. —Solté no tan orgullosa, ya que le estaba mintiendo.

Odiaba mentirle.

—Debiste despertarme, yo te hubiese ayudado.

—Pero si quiero ser una bruja poderosa, no debo depender de la ayuda de nadie. Por favor, abuela. No te enojes conmigo. ¿No te sientes orgullosa de mis capacidades?

Ella lo pensó un momento, pero luego se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—Pudiste haber muerto.

Tenía tanto dolor de cabeza, que no tenía ganas de discutir en estos momentos. Me senté en la cama y suspiré resignada, dándole la razón a mi abuela y disculpándome.

Conversamos un poco más. Ella no evitó alegrarse un poco cuando le conté que el demonio jamás podría hacerme daño otra vez, porque lo había mandado a donde pertenecía.

Mi abuela decidió prepararme el desayuno, aúnque lo haya negado porque odiaba hacerla trabajar de más. Ella nunca me hacia caso, era una anciana testaruda. Además, amaba alimentarme. Que aprecie su exquisito arte culinario, así que no me quedó de otra que aceptar.

Lo celestial de tu infiernoWhere stories live. Discover now