CAPÍTULO 3.

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    A mis padres poco le importó que esa noche no me quedara en la casa, al día siguiente estaban más unidos que de costumbre. Mi padre con una gasa en su cabeza, y mi madre con mucho más maquillaje del que usaba habitualmente, también una blusa que cubría todo su cuello, para evitar que se notarán las marcas de ahorcamiento.

   No me preguntaron donde me quedé, tampoco se molestaron en buscarme. ¿Porqué me buscarían? ¿Que podía aportar yo a sus vidas?. De todos modos fue doloroso saber que no le importas a las personas que se supone tienen que darte todo su amor.

   Con el uniforme de Onil llegué a la escuela. El dolor en mi brazo permanecía, pero trataba de darle la menor importancia posible. Todos en la escuela me observaban, y no es que yo fuera popular ni nada por el estilo, era solo el niño raro de la escuela que nunca habla con nadie.

   Quizá no tenía ningún amigo además de Onil, pero nunca fui un bueno para nada como muchos de ellos. Mientras ellos jugaban en el recreo yo me la pasaba estudiando o leyendo, era el mejor de todo el salón y no es que sea arrogante, pero la verdad tiene que ser dicha; ninguno tenía mi nivel internacional. Pero no servía de nada. En casa a nadie le importaba, y mis padres nunca fueron a una reunión de padres y maestros.

   Sentado en el árbol de manzanas de la parte de atrás de la escuela estaba yo. Sentando solo, como siempre, pero no me molestaba, siempre pensé y sigo pensando que para una falsa y mala compañía mejor estar solo.

   Un chasquido de dedos se hizo presente delante de mí. Era Onil, pero no venía solo, algunos alumnos de la escuela lo acompañaban.

—Nos hace falta un jugador. —Eso fue lo único que me dijo. Quizá el quería que yo fuera el jugador faltante, pero sus amigos no mostraron la misma alegría con la que el pronunció esas palabras.

—Ahora no puedo Onil, estoy leyendo y está muy interesante. ¿Te parece bien mañana? —Fue una mentira en todo su esplendor. Me molestaba la idea de que Onil tenga más amigos, pero no podía decirle que no jugará con ellos. Tampoco era verdad que jugaría el día siguiente.

—No Micah, tiene que ser ahora.

   Lo vuelo a repetir, y creo que mientras tenga vida - si es que se puede llamar vida a este encierro- seguiré diciendo que sus ojos eran mi debilidad.

—Esta bien.

—¡Sí! —La emoción en su voz era única, aunque esa alegría no era compartida por lo demás. ¿Que importan los demás si haces feliz a quien te importa?

   Era mejor que se quedaran con un jugador menos. Yo no sabía jugar, nunca lo había hecho, y tampoco veía partidos en casa, pues cuando me sentaba al lado de mi padre era para que él me viera desnudo hasta que se aburría y subía a su habitación. Quizá se masturbaba con esa imagen, talvez se estaba auto-reprochando que no era más que un maldito pervertido. De todos modos no me importa.

   El juego lo ganó el equipo contrario. Era más que obvio que eso pasaría teniéndome a mí en la portería... O como sea que se llame esa cosa donde tienes que evitar que entren los goles. El caso es que perdimos y aunque Onil decía que la diversión es lo que importa, lo demás no compartían su opinión.

   Ninguno decía nada, solo porque ninguno del ellos quería problemas con Onil.

   Al volver a aula, ya era tema de conversación que el raro de toda la escuela haya jugado fútbol. Nunca me importaron la opciones agenas, pero ¿Cuanto pagan por hablar mal de los demás? ¿Es acaso divertido, crear chismes sobre alguien que no conoces?. Al parecer para ellos lo era.

   Recibí miradas de odio, de diversión, de burla pero ninguna amistad sincera, y realmente no me importa que nunca haya tenido un amigo real además de Onil, prefiero que no me hablen a que lo hagan con hipocresía, lo preferí en aquel entonces y creo que sigue siendo así, hasta el día de hoy. Aunque aquí en este permanente encierro no recibó más que miradas que me juzgan sin siquiera conocerme.

Extraña Obsesión.Where stories live. Discover now