cinco.

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A la mañana siguiente, siento unas caricias en mi espalda desnuda y escucho como una voz dulce intenta despertarme.

- Despierta.

Intento abrir los ojos pero no puedo, parece que están pegados. Muevo una de mis manos y me froto los ojos para por fin poder abrirlos.

- Buenos días, marmotita.

Sonrío.

- Buenos días.

- ¿Cómo estás? Te he traído el desayuno a la cama.

Al escuchar la palabra desayuno me siento rápidamente, me cubro con la sábana y busco la comida con la mirada.

Estoy que me muero de hambre.

Elliot me acerca la bandeja llena de bollería, una taza de café y otra de zumo de naranja. Empiezo a comer como si llevara semanas sin hacerlo.

- Pues sí que tienes hambre, ¿eh?

- Un poquito — le sonrío.

- ¿Un poquito? — se ríe y yo también.

Después de haber disfrutado de todo esta bollería variada y de haberme dado una ducha, Elliot y yo hemos cogido el coche para descubrir la zona. No tenemos ni idea de a dónde vamos, pero bueno...

Aparcamos el coche y vamos a dar una vuelta por uno de los Paseos que están llenos de puestos. Paramos en uno de ellos porque Elliot ha visto un vestido largo de los que llegan hasta el suelo y ha decidido comprármelo. He aceptado encantada porque a mí también me ha gustado.

Después de haber paseado por parte de la ciudad de Cartagena, hemos decido parar a comer en un restaurante donde sirven comida típica de la Región de Murcia.

El camarero nos recomienda comer cordero asado a la murciana, acompañado del vino Monastrell de jumilla y yecla.

No me gusta el cordero a no ser que sea en un kebab, pero he de decir que éste me ha encantado.

Esa misma noche, Elliot y yo estamos sentados en el sofá riendo y hablando de cualquier tontería que se me pasa a mí por la cabeza, hasta que recibe una llamada que cambia su humor completamente.

- Tenemos que volver a Madrid.

Se levanta del sofá y va corriendo hasta la habitación donde dormimos la noche pasada. Voy detrás suya.

- ¿Por qué?, ¿qué pasa?

- Yami está en el hospital con su madre.

- ¿Por qué?, ¿qué tiene? — digo ya preocupada al saber que se trata de su hija.

- ¿Puedes recoger tus putas cosas y dejar de hacerme preguntas? — me chilla.

-¡Eh, no me hables así! Relájate y deja de comportarte como un gilipollas.

- ¿Cómo me voy a relajar sabiendo que mi hija está ingresada por culpa de un puto virus que le ha causado una neumonía?

Le miro y no digo nada más, no es el momento. Lo que importa ahora es su hija, así que me pongo a recoger las pocas cosas que me ha traído Elliot.

Salimos de casa y montamos en el coche, Elliot arranca y nos alejamos de allí a toda prisa.

Después de una hora, cuando ya llevamos casi mitad del camino, llaman a Elliot al teléfono. "Contesta", me dice y yo le hago caso.

- ¿Hola? — pregunto.

- ¿Quién eres? — me pregunta una voz de mujer, supongo que será la madre de Yami.

Si te enamoras, pierdes.© [EDITANDO]Where stories live. Discover now