diez.

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Muchas veces nos desesperamos por la cantidad de problemas que tenemos que afrontar diariamente: en el trabajo, en la casa, en cualquier otro lado. Parecería que fuéramos de problema en problema; no terminamos de salir de uno cuando ya aparece otro. En esos momentos solemos decir: "¡Que feliz sería si no tuviera tantos problemas!" Sin embargo, este es un enfoque equivocado. Mientras vivamos, la vida nos presentará inevitablemente problemas para resolver, y el hecho de ser feliz no está relacionado con la existencia o no de problemas, sino con la manera en que los enfrentas.

Piensa un poco en que es una situación problemática. Se dice que tenemos un problema cuando algo no se produce de la manera que nos gustaría. No ganamos lo que nos gustaría, te quedas embarazada sin quererlo, o simplemente el tránsito no avanza tan rápidamente cómo nos gustaría. ¿Sería posible que todo ocurriera de la manera en que a mí me viene bien? Obviamente no, aunque más no fuera por la razón de que muchas veces lo que es el beneficio de uno es el perjuicio del otro.

Entonces vemos que los problemas son una parte ineludible de la vida. Si queremos vivir, tenemos que enfrentar problemas. Pero no se debe ver como un mal irremediable, sino como una oportunidad para superarse. Cada problema es una oportunidad para ejercer el razonamiento, que es la manera de crecer. Ejercer el razonamiento con un problema no significa necesariamente tener que resolverlo. Tal vez lo que debas hacer es ignorarlo, pero en mi caso es imposible. Con cada problema que se presenta, se tienen dos opciones: resolverlo o ignorarlo. Existen distintos tipos de problemas, y a menudo se presentan varios simultáneamente. Sería una cuestión sin sentido, tratar de resolver todos sin que falte uno. Aunque los demás problemas no pueda resolverlos, éste si que puedo resolverlo. Y obviamente me voy a quedar con el bebé. Mi bebé. Éste no es un problema, más bien ya es parte de mi vida. Y estoy feliz de ello.

Días después, me da por salir a correr. Al regresar, veo un Range Rover granate como el de Elliot aparcado en frente de la puerta de mi portal y le rezo a todos los Dioses porque sea de otra persona. Cuando voy a abrir la puerta, escucho mi nombre un par de veces pero me hago la sorda e intento entrar en el portal, pero Elliot ha sido mucho más rápido que yo y ha salido de su coche antes de que pueda entrar en el portal. Me agarra del brazo haciendo que me gire para mirarlo.

Dios, ¿qué cojones le ha pasado? Ha adelgazado, tiene los ojos llenos de ojeras, la piel pálida y la barba completamente descuidada. Parece un mendigo. Carraspeo un poco para aclararme la voz y lo más fría que puedo, le digo:

- ¿Qué quieres?

- Te he estado llamando - tiene la voz ronca, débil, como si fuera a romperse. Sin vida.

- Lo sé.

- No me has respondido ni una sola vez. No me has llamado de vuelta ni un "estoy bien", nada. Ni siquiera me llamaste el día de mi cumpleaños.

- Te dije que ya no quería saber nada de ti y no me gusta ser hipócrita.

- Lo siento, me comporté como un auténtico... - se queda pensando en la palabra perfecta.

- ¿Imbécil?, ¿cabrón?, ¿gilipollas? - intento ayudarle.

- Un auténtico gilipollas, eso es.

- Vale, Elliot. Tengo que irme.

- Sube un momento al coche, quiero contarte algo importante.

- No pienso subirme a tu coche, acabo de decirte que tengo que irme. Tengo cosas importantes que hacer - mentira.

- Sube al coche, por favor.

- No voy a subir.

- Nadine, por favor...

Si te enamoras, pierdes.© [EDITANDO]Where stories live. Discover now